Si la justicia no es pronta y no es expedita pues no es justicia y eso quedó demostrado en el juicio contra Genaro García Luna, el todopoderoso exsecretario de Seguridad Pública durante la presidencia de Felipe Calderón Hinojosa. El proceso fue un modelo de celeridad ya que fue acusado, juzgado y sentenciado antes de que pusiera un pie ante el Juez Brian Cogan en los Estados Unidos, la mitad más uno de los mexicanos lo sometimos a juicio en nuestras cabezas y el veredicto fue unánime: Genaro era culpable de colaborar con la delincuencia organizada y merecía ser recluido en una de esas supercárceles en dónde están algunos de los capos a los que, en vez de combatirlos, les aceptó redituables joint ventures.

Adiós burocracia, hola sexy justicia sumaria. Sonreímos satisfechos y nos resignamos a esperar que la otra justicia, esa en la que están involucrados jueces, fiscales, defensores, testigos y pruebas hicieran su parte, no obstante que nosotros ya habíamos llegado a una conclusión sin gastar ni un dólar de los contribuyentes del Tío Sam.

Sin embargo esa otra justicia, la norteamericana, no tardó en llegar regalándonos la posibilidad de por fin dejar de referirnos a García como “presunto criminal” y comenzar a juzgar en México a quienes hayan cometido delitos durante la tristemente célebre “guerra contra el narco” que trajo consigo el baño de sangre del cual el presidente Andrés Manuel López Obrador tampoco logrará sacarnos. Efectivamente el juicio contra Genaro García Luna resultó ser todo un hito ya que tras el fallo el Fiscal del Distrito Este de Nueva York, Breon Peace, lo equiparó como un traidor a México y, aunque la sentencia no ha sido dictada, la etapa de efectos colaterales ya comenzó y si no tenemos cuidado el impacto puede ir mucho más allá de lo que algunos políticos, empezado por el presidente López Obrador, están calculando.

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El presidente, en su necesidad por atacar a su némesis, hizo un llamado para que Genaro García Luna busque ser testigo protegido de la Fiscalía norteamericana, no para ayudar a combatir a los cárteles, (faltaba más) sino para que que diga si recibía órdenes o informaba a los expresidentes y esto puede traer un grave problema para el actual gobierno: Genaro podría tomar venganza contra quien sea, incluidos Calderón y López Obrador mismo.

Como un acto de mera supervivencia ante la posibilidad de pasar el resto de su vida útil en la cárcel ADX Florence (denominada por uno de sus directores como “la vida después de la muerte”), a García Luna le bastaría seguir las reglas que fueron impuestas por la Fiscalía del Distrito Este de Nueva York durante su juicio, ya que el jurado no tuvo a la vista complejas investigaciones financieras a cargo de la OFAC y el FINCEN que demostrarán la existencia del dinero que supuestamente recibió de los cárteles, no escucharon audios grabados por la DEA en los que Genaro conspiró para proteger cargamentos de drogas, no leyeron reportes de inteligencia ni vieron grabaciones realizadas con drones. Por increíble que parezca, al jurado le bastó con escuchar testimonios de narcotraficantes que se encuentran presos en Estados Unidos y que, a decir del abogado de García, buscaban venganza.

Me extrañaría que el arquitecto de la fallida y violenta guerra contra el narcotráfico en México no hubiese tomado nota de lo fácil que resultó el ser sentenciado tomando si consideramos que testigos como Sergio Villarreal, alias “El Grande” y Tirso Martínez Sánchez, alias “El Futbolista” incluso cayeron en contradicciones. Bastaría con que señalase con su dedo flamígero a quien se le diera la gana y decir que esa persona estaba coludida o que simplemente sabia de sus andanzas y no hizo nada por detenerlo, como por ejemplo el expresidente Calderón quien en algún momento no muy lejano probablemente deberá emitir un pronunciamiento mucho más profundo y más doloroso que el contenido en su tweet del 21 de febrero; tal vez y solo tal vez deberá optar por la carta del willful blindness (situación en la que una persona trata de eludir la responsabilidad civil o penal por un acto ilícito manteniéndose intencionadamente al margen de hechos que le harían responsable o le implicarían) y decir que fue engañado por su Secretario de Seguridad Pública durante todos y cada uno de los días que duró su presidencia. Un gancho al ego a cambio de no ser acusado de complicidad.

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El presidente López Obrador debe tener cuidado con lo que desea ya que si Genaro García Luna opta por ser testigo protegido podría convertirse en un monstruo y embarrar, incluso, a miembros de MORENA de estar coludidos con la delincuencia organizada ya que todos ellos provienen del PRI, o del PAN o del PRD o de cualquier cosa que en su momento tuviera un poco de poder (Molotov dixit) y no dudo que más de uno tenga cola que le pisen.

Si Genaro García Luna logra venderse a los gringos como testigo protegido volvería a disfrutar de algo del inmenso poder que tuvo durante los gobiernos panistas y, en una de esas, conservar parte de su blood money.

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