Un poco antes de las 9:00 am del 5 de enero de 2023, Andrés Manuel López Obrador se encontró acorralado en su propio elemento: la conferencia mañanera con la que intenta salvar lo que queda de su presidencia.

Ahí estaban las imágenes en redes sociales de vehículos incendiados, convoys con sicarios armados hasta los dientes, los videos en los que se ve a una persona disparar un rifle Barrett en contra de un objetivo en el aire, el del un avión del Ejército se ve obligado a realizar un impresionante aterrizaje forzoso, el de los aterrorizados pasajeros de un avión de Aeroméxico que intentan refugiarse en el pasillo tras haber recibido varios impactos de bala en plena pista así como los incontables testimonios de personas y reporteros que denunciaron el robo de sus vehículos, amenazas y lesiones; ahí estaban las evidencias de dos cosas: que estamos frente a un operativo para detener a un objetivo de alto valor y que ese operativo se había salido de control al igual que “el Culiacanazo” de 2019.

El presidente se veía tan fuera de lugar que me dio la impresión de que ni siquiera había sido enterado por la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), la Secretaría de Marina, la Fiscalía General de la República (FGR), el Centro Nacional de Inteligencia y/o por la Guardia Nacional de que Culiacán se encontraba bajo fuego por segunda vez durante su mandato.

Me dio la impresión de que el presidente se preguntaba qué podría estar ocurriendo en esa tierra en la que tan bien lo tratan, sobre todo en Badiraguato.

El vacío de información fue llenado por filtraciones realizadas a periodistas y nos enteramos de que nuevamente habían detenido a Ovidio Guzmán López pero que en esta ocasión, y en voz del poderoso secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval, la captura era la consecuencia de un exitoso operativo planificado desde hace por lo menos medio año entre la Sedena, FGR, Centro Nacional de Inteligencia, Guardia Nacional y el gobierno de Sinaloa (sin mencionar a la Secretaría de Marina) lo cual resulta inverosímil, ya que el general secretario también hizo una extraña referencia a que la detención había ocurrido en un retén.

Inevitablemente pensé en el escándalo suscitado tras la boda de Grisel Guadalupe Guzmán en Culiacán el 25 de enero de 2022, y a la cual no solo asistió Ovidio, sino que fue todo un acontecimiento en Sinaloa. Las cifras nada más no me cuadran. ¿Qué pasó hace seis meses? ¿Qué cambió hace seis meses?

Ignoro si estamos ante una revancha por el “Culiacanazo” de 2019, ante una petición del gobierno de Joe Biden o ante una legítima pero desaseada operación de inteligencia militar; lo que tengo absolutamente claro es que necesitamos hacer las preguntas correctas, las que de verdad importan:

¿La captura debilitó al Cártel de Sinaloa?

Difícilmente, por un lado los cárteles aunque todavía se rigen por estructuras verticales, suelen tener bien definida su línea de sucesión y por otro, que sus planes de continuidad de negocio llegan a rivalizar con los de empresas multinacionales.

Todas y cada una de sus áreas de negocio se mantendrán operativas ya que los operadores logísticos y financieros siguen siendo mujeres y hombres sin rostro, con oficinas ubicadas por igual en la sierra del Triángulo Dorado, en San Pedro Garza García y en las Lomas de Chapultepec.

Dicho en otras palabras, no obstante que desde el sexenio de Vicente Fox fue creado el marco jurídico que le dio vida a la hoy tristemente célebre Unidad de Inteligencia Financiera, una instancia de tercer nivel jerárquico dentro de la Secretaría de Hacienda, sus titulares no solo no han logrado debilitar las estructuras financieras de la delincuencia organizada, sino que incluso más de uno ha dejado el cargo con severas sospechas por actos de corrupción.

Es un hecho que los gobiernos de Fox, Calderón y Peña no fueron capaces de penetrar el intrincado laberinto de las empresas utilizadas por los cárteles para disfrazar el origen de sus recursos, toda vez que este es un proceso que se remonta a los días del Cártel de Guadalajara, es decir, salvo el caso del Cártel de Jalisco Nueva Generación, por ser el más joven, los delincuentes de abolengo ya lograron su meta: el confundir exitosamente sus capitales con el de usted, con el mío, con el del fiscal General, con el del presidente y su familia.

 Claro, también es sabido que durante la primera mitad del gobierno del presidente López, la Unidad de Inteligencia Financiera fue utilizada con fines eminentemente políticos, dejando de lado el verdadero trabajo de generación y diseminación de inteligencia. Se dice y no pasa nada.

La detención de ‘El Ratón’ implicará que será sustituido dentro de la estructura y eso requerirá algunos ajustes y molestias menores pero, lo que llegaría a ser auténticamente irremplazable, sería el identificar cuentas de banco, empresas y operadores financieros que permiten a los cárteles, en su conjunto, lavar anualmente dentro de nuestro sistemas financiero y económico unos 50,000 millones de dólares, dicen los que saben.

Dicen que Ovidio no era un “generador de violencia” pero gracias a los millones que le corresponden pudo desplegar en 2019 y 2023 la demostración de fuerza que en su momento obligó al presidente (cierto o falso, ya lo veremos), a aceptar que había dado la orden para soltarlo y que posteriormente puso a una ciudad bajo sitio, llevando a cancelar vuelos y provocando la muerte de sicarios y militares.

¿La detención de Ovidio Guzmán fue exitosa?

Claramente fue un fracaso estrepitoso porque su captura nos costó la vida de 10 miembros del Ejército Mexicano y ese un precio demasiado alto, no obstante que estamos hablando de hombres y mujeres cuya descripción del puesto es la de dar la vida por este país, o por lo que queda de este país.