Los economistas no saben predecir el futuro, por la sencilla razón de que no es su trabajo. Para eso están las personas que leen cartas, los astrólogos, los videntes y los adivinadores, entre otros. Los economistas son como los médicos. Igual que los galenos que no son capaces de predecir cuándo te vas a enfermar, los economistas no son capaces de predecir cuándo habrá una crisis económica.

Su función es diagnosticar problemas y buscar soluciones. Sin embargo, muchas veces se le cataloga como buen economista a aquel que hace grandes predicciones en plataformas sociales. La realidad es que en caso de éxito esto solo implica que ha tenido buena suerte. 

Uno de los errores más comunes en la econometría es la confusión entre correlación y causalidad:  que dos fenómenos ocurran a la vez no quiere decir que uno sea el causante del otro.

En muchos casos, lo más probable es que la correlación no exista y que solo se observa en muestras muy pequeñas. Sucede mucho para tratar de anticipar comportamientos en los mercados financieros o escenarios macroeconómicos.

La correlación entre dos variables en cinco o seis observaciones puede ser fruto de la casualidad. Es lo que se le llama falacia de las muestras pequeñas. Por eso, es muy recomendado no creerse nunca ningún estudio estadístico que esté basado en un grupo pequeño de observaciones.

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Sismos ¿se pueden predecir?

Para corroborar si la correlación sufre o no el problema de la falacia de las muestras pequeñas lo que debemos hacer es ampliar la base de datos a otros países u otros momentos. 

Lo que vivimos los economistas a la hora de intentar predecir el futuro, lo viven los sismólogos cuando son cuestionados para tratar de anticipar movimientos telúricos. 

Algo similar sucede con la extraña coincidencia de los sismos en México durante septiembre, en particular los tres relevantes del día 19 de distintos años.

No debemos hacer inferencia estadística válida de recurrencia sísmica en escalas antropológicas, hacerlo implica caer en la falacia de las muestras pequeñas. 

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Si pudiéramos hacer un promedio de la sismicidad durante todo el tiempo que contempla desde la formación de la tierra, encontraríamos que no hay correlación temporal. 

En toda la existencia de nuestro planeta, si se hubieran calendarizado todos los sismos registrados, cualquier día de los 365 del año sería igual de probable la ocurrencia de un temblor fuerte y todos los días reportarían miles de millones de sismos de intensidad robusta.

 

*James Salazar Salinas es subdirector de análisis económico de CI Banco. Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor.