Si bien se ha puesto de moda medir la deuda como porcentaje del PIB para cuantificar su tamaño, la realidad es que la deuda pública se puede considerar grande o pequeña con relación a la capacidad de ingresos que se tiene para pagarla.
Y la capacidad de pagarla depende de los ingresos que tiene el Estado y de los gastos que ya tiene comprometidos. Es decir, para poder pagar, el Estado debería ser capaz de generar más ingresos que gastosn (superávits fiscales).
De los casi 200 países en el mundo que reportan estadísticas de este indicador, México se ubica a la mitad, con un cociente cercano al 50%.
En términos simplistas, el PIB no es otra cosa que la cantidad de pesos (o su transformación en cualquier moneda) que México genera en un año (pesos por año). La deuda también está en unidades monetarias, por lo que la relación Deuda/PIB está en unidades de años.
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México, con dificultad para generar superávits
Si bien ha habido mejoras en los ingresos presupuestarios, estos se mantienen en niveles muy similares al promedio de los últimos 10 años (22.7% del PIB). El mejor año fue 2016, con una recaudación de 24.1% del PIB. En 2021 fue 22.7%. En cualquier caso, está muy por debajo de los valores registrados por la media de los países pertenecientes a la OCDE.
Por su parte, a lo largo del tiempo, México ha tenido serias dificultades para generar superávits.
En su medida más simple, el balance primario, de los últimos 10 años, cuatro han tenido balance positivo (aunque marginal). En medidas más amplias, un balance público total, todos han sido déficits en ese periodo.
Economía no crece para sostener deuda
A esto hay que agregarle un elemento adicional: habría mayor problema con la capacidad de pago si la economía mexicana creciera a ritmos, por lo menos, superiores a 4%. Este no es el caso.
Además, algunas de las acciones implementadas por la reciente administración pública, los bajos niveles de inversión en el país y la pandemia por COVID-19 son elementos que han mermado las perspectivas de crecimiento económico de mediano y largo plazo.
Todo lo anterior ha reducido el PIB potencial, lo que a su vez inhibe la capacidad de pago del gobierno.
México no necesariamente tiene una mejor posición relativa respecto a otros países en términos de nivel de la deuda pública.
Los compromisos son demasiado altos respecto a la capacidad de pago. Y para complicar el escenario, las prioridades actuales del gasto público apuntan a proyectos de escaso valor agregado que difícilmente se traducirían en un efecto multiplicador para la demanda agregada.
*James Salazar Salinas es subdirector de análisis económico de CI Banco. Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor.