Durante siglos, Occidente, particularmente la civilización europea, creyeron que no había nada más imposible en el mundo que la existencia de cisnes negros. La razón detrás de esta conclusión era por observación, nunca habían visto uno de ese color, solo blancos. 

En 1697, en una misión de rescate, un navegante holandés encontró cisnes negros en lo que hoy se conoce como Australia, y una vez que este descubrimiento fue dado a conocer, generó asombro generalizado en Europa. Lo imposible se había hecho realidad. 

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Esta situación pasó a ser una paradoja de fenómenos que por mucho que no lo hayamos visto antes, no quiere decir que no sucedan. Esto es importante porque los economistas tendemos a hacer evaluaciones, pronósticos y estimaciones basándonos en experiencia pasada, esto es, en evidencia empírica. 

 

La mayoría de las veces no tenemos en cuenta que existen los “cisnes negros”. 

En 2007, el ensayista y financiero Nassim Nicholas Taleb publicó su famoso libro en donde acuñó el término “cisne negro” para describir eventos improbables y difíciles de predecir que pueden tener un impacto muy robusto en la economía. Estos impactos pueden ser positivos o negativos.

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La gran depresión económica de 1929, los atentados de las Torres Gemelas en Estados Unidos, la caída de Lehman Brothers y la crisis hipotecaria suprime, el surgimiento del internet, la actual pandemia del COVID-19, son ejemplos de este tipo de acontecimientos que podríamos catalogarlos como cisnes negros. 

¿Y el Cisne Verde?

Utilizando la analogía del término del cisne negro, en febrero de 2020 el Bank for International Settlements (BIS) lanzó el concepto de “cisne verde”. El cisne verde hace referencia a una posible crisis económica-financiera provocada por el cambio climático, teniendo en cuenta las graves consecuencias que éste podría ocasionar en el mundo.

Lo que busca el BIS es generar conciencia en todos los agentes económicos de la situación imperante del cambio climático y de que el tema debe ser adherido a sus planes internos en su gestión y administración integral de riesgos. Es muy difícil estimar cuándo el tema del medio ambiente puede traducirse en una crisis mundial, pero sin duda puede pasar en cualquier momento. 

 

Las advertencias del BIS van encaminadas a que al no tener en cuenta que esto podría suceder, las actuales políticas públicas, los distintos portafolios de inversión financiera y directa, los planes personales y colectivos de créditos hipotecarios o empresariales, entre otras decisiones financieras y económicas, sin tener en cuenta la posibilidad de una catástrofe climática, nos puede estar llevando a tomar decisiones equivocadas. 

Además, si algo nos está mostrando la pandemia actual de COVID-19, es que todas las economías, interconectadas y globalizadas, son muy vulnerables a shocks repentinos. El BIS nos ha hecho un atento recordatorio de que el mundo también enfrenta una emergencia climática y ambiental global sin precedentes. 

Los gobiernos, empresas y ciudadanos deben comenzar a ocuparse del cambio climático con la misma disposición y urgencia que se mostró en la lucha contra la pandemia del coronavirus, si es que se quiere evitar la aparición de un Cisne verde, con afectaciones catastróficas. 

*James Salazar Salinas es subdirector de análisis económico de CI Banco. Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor.