La mayoría de los gobiernos de todo el mundo introducen regulaciones o barreras que impiden el libre funcionamiento del mercado. A menudo (no siempre), esas regulaciones responden a buenas intenciones. El problema es que las buenas intenciones no bastan para garantizar resultados óptimos y hay que ponderar cuidadosamente sus consecuencias.
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La aviación civil ha sido uno de los sectores en el mundo en donde el Estado ha tenido mayor intervención a través de una alta regulación. Hasta cierto punto esta regulación puede ser tolerada mientras permita la libre competencia, entradas y salidas del sector de una manera flexible y, por supuesto, una vigilancia estricta a conceptos tan importantes como el de la seguridad aérea.
Son evidentes los problemas de infraestructura y saturación del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM). El gobierno federal, considerando esta saturación y con la expectativa de que en el corto plazo recupere la categoría 1 en seguridad aérea, quiere que el nuevo Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) funja como un sustituto casi perfecto.
AIFA opera con pocos vuelos
Desde que fue inaugurado hace casi dos meses, el AIFA ha operado con apenas seis vuelos nacionales diarios y una ruta esporádica a Caracas, Venezuela. Su bajo uso se le atribuye en gran medida a la lejanía con el centro de la CDMX y la dificultad de los accesos a sus instalaciones. Esto, suponiendo que no existe riesgo de operar ambos aeropuertos de manera simultánea.
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En este sentido, el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador ha informado que convenció a las principales aerolíneas del país para que incrementen sus operaciones a través del nuevo aeropuerto, por lo que en los próximos meses tendrá más de 100 operaciones comerciales diarias.
Aunque tiene una buena intención, no hay que olvidar que las rutas comerciales de vuelos y horarios se establecen en términos de rentabilidad y de aprovechamiento de las economías de escala. En condiciones normales, de acuerdo a la esencia de la economía de libre mercado, si fuera rentable trasladar operaciones al AIFA, las aerolíneas ya lo hubieran hecho desde un principio sin necesidad de ser “convencidas”.
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Estas nuevas opciones en el AIFA deben reflejar una verdadera alternativa respecto a las actuales existentes para que pueda generar el incentivo al consumidor a realizar un ajuste a su preferencia por cuál uso de aeropuerto.
Por el momento, las opciones que hemos escuchado no cumplen con esta característica y en la mayoría de los casos puede ser satisfecha en mejores condiciones desde el AICM.
Mientras se concluyan las mejoras en las vialidades que comuniquen a las dos terminales y en los sistemas de transporte para realizar conexiones entre los dos aeropuertos, el AICM seguirá teniendo amplias ventajas respecto al AIFA, por lo que hay que abrocharse los cinturones porque desafortunadamente en el AICM seguiremos enfrentando problemas de saturación y retrasos de vuelos por un buen rato.
*James Salazar Salinas es subdirector de análisis económico de CI Banco. Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor.