Blue Origin, SpaceX y Virgin Galactic dan inicio a una nueva era del turismo espacial y con ello, la “democratización del espacio”.

Las firmas de Bezos, de Musk y Richard Branson, afirman estar impulsando a la humanidad a través de la “democratización” del espacio. Pero estos paseos no están abriendo el acceso al espacio para todos.

A primera vista, la perspectiva de una industria del turismo espacial es emocionante.

Promete un camino al espacio más fácil que el que siguen los astronautas, quienes deben pasar por una educación superior, un entrenamiento intenso y procesos de selección extremadamente competitivos. Los astronautas también deben tener la nacionalidad adecuada, porque pocos países tienen acceso a programas de vuelos espaciales tripulados.

En teoría, la apertura de una industria comercial de vuelos espaciales debería hacer que el espacio sea más accesible y democrático. Pero este es sólo el caso en parte; lo que alguna vez fue el dominio de los países más ricos ahora es una industria encabezada por entidades comerciales.

El precio de un viaje

Si bien es loable que SpaceX y Blue Origin estén dando saltos tecnológicos, hay poco en sus planes de negocios que hable de diversidad, inclusión y accesibilidad global. Los primeros turistas espaciales fueron todos empresarios adinerados.

En 2001, Dennis Tito pagó hasta un asiento en un cohete ruso Soyuz para visitar la Estación Espacial Internacional (ISS). Desde entonces, ha habido ocho turistas espaciales más, cada uno pagando entre 20 millones y 30 millones de dólares para volar a través del programa ruso.

En 2022, la tripulación de Axiom está programada para volar en un vuelo de SpaceX Dragon a la ISS. Cada uno de los tres pasajeros habrá pagado 55 millones de dólares por el privilegio. Mientras tanto, la próxima subasta de Blue Origin durará cinco semanas, y el mejor postor obtendrá un asiento para unos minutos de microgravedad.

Los viajes de paseo de 90 minutos de Virgin Galactic, que también están programados para volar a partir de 2022, ya se han vendido por 250,000 dólares. Se espera que las entradas futuras cuesten más.

Por supuesto, los viajes aéreos recreativos convencionales también fueron originalmente para los ricos. Los primeros vuelos intercontinentales en Estados Unidos costaban aproximadamente la mitad del precio de un automóvil nuevo. Pero los avances tecnológicos y la competencia comercial supusieron para 2019 había casi cinco millones de personas volando diariamente.

Quizás sea solo cuestión de tiempo antes de que el turismo espacial sea igualmente accesible. Idealmente, esto significaría poder volar de Sydney a Londres en cuestión de horas.

Por otra parte, los vuelos espaciales conllevan riesgos mucho mayores y costos mucho mayores que los vuelos aéreos, incluso con cohetes reutilizables. Pasará mucho tiempo antes de que estos costos se reduzcan lo suficiente como para permitir la “democratización” del espacio.

Tiempo de asumir riesgos

Además, estas empresas están preparadas para asumir más riesgos que los programas gubernamentales porque no tienen que justificar sus gastos, o fracasos, ante el público. Blue Origin y SpaceX han visto muchas explosiones en pruebas anteriores, sin embargo, los fanáticos miran con entusiasmo en lugar de consternación.

Esto ha impulsado el rápido desarrollo de las tecnologías espaciales. Los cohetes reutilizables, en particular el Falcon 9 de SpaceX, que acaba de realizar su décimo lanzamiento exitoso, han reducido diez veces el costo de lanzamiento.

La tecnología reutilizable también está trabajando para resolver el problema de la sostenibilidad.

Ha habido miles de lanzamientos desde 1957, cuando los soviéticos lanzaron el primer objeto creado por humanos (Sputnik I). Sin embargo, aparte del Falcon 9, todos los vehículos de lanzamiento se han utilizado una vez y se han desechado de inmediato, como si se tirara un avión después de un vuelo.

Seguridad, tema clave

La seguridad es un tema clave para los vuelos espaciales tripulados. Actualmente, hay alrededor de 3,400 satélites operativos en órbita y alrededor de 128 millones de piezas de escombros. Hay cientos de riesgos de colisión cada día, que se evitan mediante maniobras costosas y difíciles o, si el riesgo es lo suficientemente bajo, los operadores esperan y esperan lo mejor.

Si agregamos más vuelos espaciales tripulados a este tráfico, los países deberán adoptar requisitos más estrictos para dejar de orbitar los satélites al final de sus vidas, de modo que se quemen al volver a entrar. Actualmente, es aceptable desorbitar después de 25 años o poner un satélite en una órbita no utilizada. Pero esto solo retrasa el problema para el futuro.

Las naciones también deberán implementar las directrices de las Naciones Unidas de 2019 sobre la sostenibilidad a largo plazo de las actividades en el espacio ultraterrestre.

El impacto medioambiental de los lanzamientos es otro factor importante. El Falcon 9 de SpaceX consume tanto combustible como lo haría un automóvil promedio durante 200 años, para un solo lanzamiento.

Los permisos de lanzamiento actualmente requieren declaraciones de impacto ambiental, pero estas también deben incluir efectos a largo plazo y huellas de carbono.

En los próximos años, será crucial que las compañías independientes de vuelos espaciales estén estrictamente reguladas.