En lo que va del año se ha visto a empresas transnacionales emitir promesas de disminución de emisiones de carbono, algunas de las cuales incluso pretenden alcanzar la neutralidad de carbono.

Sin embargo, diversos expertos a nivel mundial han advertido que estas metas dependen de factores externos que podrían complicar el progreso y que algunas de estas no están aclarando en sus estrategias.

Un ejemplo es Lyft, que publicó recientemente sus planes para tener una flota 100% eléctrica para 2030, pero dada la continua fabricación de vehículos de combustión interna, adquirir nuevos automóviles para modernizar la flota podría tener un mayor impacto ambiental en el corto plazo.

Además, la potencial reducción de emisiones producto de este cambio dependerá en gran medida de que el sistema eléctrico estadounidense adopte una mayor cantidad de plantas de generación con base en tecnologías limpias, de otra forma, las emisiones sólo estarían transmitiéndose de una parte de la cadena a otra.

La propia empresa admitió, durante la publicación de sus metas, que requiere de ayuda externa que espera llegue por medio de cambios a la legislatura local. La empresa describió sus necesidades como “liderazgo sin precedentes de creadores de política y reguladores para alinear las reglas del mercado y los incentivos para negocios y consumidores”.

Julia Pyper de GreenTechMedia, señaló que parte de estas preocupaciones surgen a partir de la posibilidad de que otros competidores atraigan a más conductores debido a requisitos menos estrictos, lo que aumentaría también la disponibilidad de su servicio.

Ben Geman, del medio Axios, advirtió que esta es una constante entre los recientes compromisos de las empresas, que ”dependen de una mezcla de decisiones corporativas, avances tecnológicos y cambios políticos que podrían asistir en la consecución de estas metas”.

Esta carencias la representa el compromiso de Duke Energy, una compañía eléctrica estadounidense que tiene un compromiso para alcanzar cero emisiones en 2050.

La propia compañía señaló como uno de sus deberes “permitir reformas que fomenten la implementación de nuevas tecnologías”. Una admisión intrínseca de los impulsos que están fuera de su control.

Los compromisos que más han llamado la atención son las de las empresas petroleras: sector en el que el grueso de las transnacionales que no tienen su origen en Estados Unidos han hecho promesas ambiciosas que van desde una producción cero emisiones hasta un funcionamiento neutral en carbono.

El principal obstáculo para el éxito de estas empresas está en su capacidad de soltar inversiones ligadas a producción a partir de combustibles fósiles, al tiempo que mueven su dinero a generación limpia e incluso a negocios de absorción de carbono (a pesar de la polémica que los rodea).

Dado que estas empresas están directamente relacionadas con un porcentaje importante de emisiones de carbono a nivel mundial, esta transformación podría ser la base para mantener las emisiones mundiales por debajo de las metas planteadas por las Naciones Unidas y otros organismos internacionales.