Esta semana se dio a conocer que la reconfiguración de la refinería Miguel Hidalgo, en Tula, contará con 12,000 millones de pesos que originalmente estaban destinados a la UNAM, el Conacyt y el IPN. La noticia resalta el mal manejo del presupuesto de Pemex Transformación Industrial, que sigue gastando en instalaciones que podrían ser vendidas para recapitalizar a la compañía.

“Es un tema político que no tiene nada que ver con economía, medio ambiente u otras cuestiones. Si al final sí cuentan las importaciones (de gasolina de Deer Park como producción nacional) mejor importamos todo y cerramos las instalaciones en peores condiciones. Pero Pemex está en el corazón del Presidente, y también tiene un tema de manejo de sindicatos que complica el cierre de refinerías”, comentó Rosanety Barrios, analista del sector.

La experta señaló que el costo económico de mantener el Sistema Nacional de Refinación se refleja en las finanzas de Pemex TRI, y que la división probablemente nunca dejará de perder dinero, pues esto requeriría de una fuerte inversión en varias áreas de refinación. “Si ya vimos lo que cuesta reconfigurar Tula, imagínense hacerlo con todo el sistema”, agregó.

Barrios dijo que la decisión de desinvetir en algunas instalaciones requiere de un análisis cuidadoso, pues en México no se está haciendo mucho para reducir la demanda de gasolina. Además, el impulso pleno a los vehículos eléctricos tampoco es una opción factible dado el estado actual del grid eléctrico y la falta de inversión en este.

Sin embargo, existen instalaciones como Cadereyta y Madero que, además de ser poco eficientes y altamente contaminantes, serían sencillas de suplir con importaciones, desde un punto de vista logístico y de atención a la demanda en el norte del país.

“Pemex podría estar replicando la propia estrategia de Shell en Deer Park. Podría aprovechar la ola de desinversión y venta o colocación de refinerías como una manera de monetizarse. Ya han habido iniciativas que buscan acaecerse de algunos de los activos de Pemex, particularmente Madero. Hay que ver la infraestructura como lo que es, y el potencial que tiene en estos momentos de tanto movimiento de políticas ambientales”, señaló una fuente que prefirió no ser identificada.

Pemex también está desperdiciando la oportunidad de aliarse con privados que puedan hacer eficiente la operación de los activos actuales, al estilo del modelo con que Deer Park operaba antes de la compra de Pemex. “Es difícil ver un escenario positivo sin la inclusión de privados que tengan años de experiencia en el manejo financiero y la operación de este tipo de instalaciones”, dijo Santiago Arroyo, analista del sector.

La tendencia global de abandonar inversiones en gas y petróleo reducen la cantidad de empresas que podrían estar interesadas en invertir en una refinería en estos momentos. Según Arroyo, sí existen empresas, principalmente asiáticas, interesadas en este tipo de inversiones. No obstante, una alianza de esta naturaleza podría tener impactos geopolíticos debido al origen de estas empresas y a las implicaciones que estas inversiones tendrían para las metas de emisiones de México.

“Pemex tendría que estarse enfocando en un programa de desinversión con la finalidad de quedarse con las cosas que sirven y sacudirse lo que no sirve”, remató Arroyo.