Los precios del principal crudo de exportación de México se desplomaron la semana pasada a mínimos de 18 años, colocando al presidente Andrés Manuel López Obrador en la disyuntiva de elegir entre mantener su agenda energética nacionalista o tomar medidas impopulares para evitar que la deuda de Petróleos Mexicanos (Pemex) caiga a la categoría “basura”.
Pemex enfrenta vencimientos de bonos por unos 30,000 millones de dólares al final de la administración de López Obrador en 2024, por lo que expertos sugieren una reestructura que incluya cierres de campos no rentables y despidos para evitar una rebaja en la calificación.
Pemex y el gobierno ahora están “presionados por todas partes“, dijo Víctor Gómez, economista de Finamex. Fitch dijo la semana pasada que Pemex es la más vulnerable entre las compañías petroleras estatales de América Latina a la baja en los precios del crudo.
Sólo este año, Pemex tiene vencimientos de bonos por 6,000 millones de dólares.
El barril del crudo Maya cayó la semana pasada a 12.92 dólares, su nivel más bajo desde 2002, según cifras de S&P Global Platts. Dos meses atrás, antes de que el coronavirus afectara al sector energético, se ubicaba en 55.15 dólares.
“El contexto cambió. El desplome del petróleo no se había contemplado”, dijo Jorge Sánchez, director del grupo de investigación Fundef, quien también dijo que Pemex está financieramente “en quiebra” y “caminando hacia una rebaja”.
La percepción de que Pemex no sea capaz de cumplir con los pagos aumenta la probabilidad de que una segunda agencia le quite su calificación de grado de inversión este año, lo que podría repercutir en el costo de los préstamos para el gobierno.
El director general de Pemex, Octavio Romero, prometió el miércoles reducir gastos administrativos y de contrataciones para afrontar el derrumbe de los precios internacionales del crudo, así como dar prioridad a proyectos rentables.
Pocos en la industria piensan que las medidas de Romero serán suficientes. Sin embargo, las opciones con las que cuenta la firma son limitadas, ante un bajo apetito por inversión y una economía global dirigiéndose a una recesión.
En el pasado, el gobierno apoyó a Pemex con inyecciones de efectivo, pero ahora las finanzas del gobierno están más ajustadas y será más difícil que nunca para la Secretaría de Hacienda reducir la alta carga impositiva de la compañía.
Pemex refinanció más de 29,000 millones de dólares en bonos el año pasado, una estrategia que le dio un respiro financiero, y que buscaba dotarla con un mayor flujo de efectivo para inversiones en producción.
Pero aumentar el capital nuevamente será desalentador durante el caos económico del coronavirus, ya que los inversores prefieren por ahora activos de refugio en lugar de bonos más riesgosos.
López Obrador también lanzó algunos salvavidas a Pemex en forma de inyecciones de efectivo y exenciones de impuestos en 2019.
Sin embargo, al cierre del año tenía todavía más de 105,200 millones de dólares en deuda financiera y 77,300 millones adicionales en obligaciones de pensiones.
La mayoría de los rendimientos de los bonos de Pemex superaron los dos dígitos el viernes, según datos de MarketAxess. Su bono 2030, altamente negociado, cerró la semana pasada en 71.5 centavos por dólar, con un rendimiento de 11.808%.
Ese instrumento se negoció sobre par apenas el 9 de marzo.
El único punto positivo para Pemex es una cobertura para mantener los ingresos por encima de los costos de producción y una cobertura más grande contratada por Hacienda que garantiza este año los ingresos del gobierno provenientes del petróleo.
Armando Armenta, economista senior de la gestora de activos AllianceBernstein, dijo que el monto del apoyo que podrá brindar el gobierno dependerá de cuán profunda sea la recesión, de cuánto tiempo se mantengan bajos los precios, y de cómo evolucione la producción y el índice de rentabilidad de Pemex.
Los números rojos
Es posible que el gobierno, que se ha opuesto a la inversión privada incluso en la exploración petrolera, no respalde opciones más radicales para cambiar el rumbo Pemex, tales como la venta de activos, detener la producción en campos con pérdidas o evitar una nueva y costosa refinería.
“Dudo mucho que bajo esta circunstancia el gobierno y los que están al frente de Pemex tengan siquiera la mínima intención de hacer una reestructura financiera importante, de relevancia, de hacer recortes”, dijo Sánchez, quien recomienda hacer a Pemex más pequeño.
Los números de Pemex ya mostraban un fuerte deterioro incluso antes de que los precios del petróleo cayeran: registró una pérdida neta de 18,300 millones de dólares el año pasado, casi duplicando la pérdida de 2018.
Armenta dijo que una rebaja Moody’s es ahora “el resultado más probable”.
Fitch ya recortó la calificación de los bonos a basura en junio. Las tres agencias de calificación tienen bonos de Pemex con perspectiva negativa. [Link nota]
“¿Necesitan una crisis en su máxima expresión para cambiar de rumbo?”, dijo Armenta.