Por: Mario Alberto Gámez y José Raúl Linares

La alianza entre Andrés Manuel López Obrador y el Consejo Mexicano de Negocios, impensable en un inicio por los ataques que como candidato opositor lanzó en contra de los ultrarricos, a quienes llamó la “mafia del poder” y “los dueños de México”, se ha consolidado y fortalecido en el sexenio del primer presidente de “izquierda”. 

Hoy, la cúpula empresarial del Consejo Mexicano de Negocios (CMN), una organización que históricamente ha operado bajo la “secrecía”, conserva los privilegios de los que ha gozado hace más de seis décadas.

Los arrebatos ceden al cálculo: el gobierno de AMLO ha optado por mantener la paz con un sector vital para la economía nacional, vinculada al 17% del Producto Interno Bruto (PIB); mientras que los empresarios ofrecen inversiones y empleo, al mismo tiempo que fortalecen su red de negocios y el valor de sus riquezas.

El poderoso CMN, cúpula empresarial que aglutina a los hombres (y solo unas cuantas mujeres) más acaudalados y poderosos del país, tiene las llaves de las puertas de Palacio Nacional, pese a la promesa del presidente López Obrador de separar el poder político del económico.

En 2018, en plena campaña presidencial, bastó una alusión a este club de los ultrarricos para que hicieran una reconfiguración en su liderazgo, con la salida de Alejandro Ramírez Magaña, sustituido por Alejandro del Valle Perochena, cuya familia había sido cercana a López Obrador. “Le han hecho mucho daño al país, porque ellos son responsables de la tragedia nacional. No quieren que haya un cambio de régimen”, dijo el entonces candidato.

El CEO documentó cuántos empresarios conforman el CMN, qué empresas dirigen, los sectores económicos que dominan, la forma en que ligan sus relaciones personales, así como el crecimiento de sus fortunas.

También documentó las conexiones políticas y las tácticas que suelen emplear para contener los ánimos del presidente.

El primer dato que arrojó esta investigación es que si bien el CMN dice tener 59 empresas afiliadas, su influencia realmente se extiende a al menos 134 compañías y un listado de 41 instituciones no gubernamentales (culturales, artísticas, educativas, institucionales o filantrópicas), donde la cúpula empresarial suele trabar relaciones y acuerdos comerciales.


Sus 61 integrantes participan en sectores clave de la economía, como la construcción, alimentos, finanzas, telecomunicaciones, minería, petróleo, bebidas, tiendas minoristas, aeropuertos, transportes, entre otros.

Es un círculo cerrado, exclusivo y poderoso.

Un informe reciente de la organización Oxfam sostiene que en el país hay un selecto club de “14 ultrarricos” que, solo en el año 2023, concentró 8.18 de cada 100 pesos de la riqueza privada. Ocho de ellos se encuentran ligados –directa o indirectamente– a la estructura institucional del CMN.

Esta organización, a su vez, incluye a personajes del prestigiado listado del “Bloomberg Billionaires Index”.  

Por ejemplo:

  •   Carlos Slim, propietario de Grupo Carso –que accedió a la organización en 1997, pero salió a principios del nuevo siglo y actualmente se encuentra representado por su hijo Carlos–, posee una fortuna valuada en 102,000 millones de dólares (la posición 12 del ranking a nivel mundial)
  •     Germán Larrea, propietario de Grupo México –cuyo asiento en el CMN ocupó su padre desde 1962–, posee una riqueza acumulada por 34,100 millones de dólares (con la posición 41 en el índice mundial)
  •   Alejandro Baillères, uno de los propietarios de Grupo Bal –y cuyo padre entró al CMN desde 1973–, posee una fortuna valuada en 3,730 millones de dólares (con la posición 382 en el mencionado listado).

El monopolio de la élite empresarial

Para acceder al Consejo Mexicano de Negocios (CMN), no solo pesa el abolengo y el prestigio empresarial.

En México, la capacidad económica también muestra el control que los multimillonarios poseen en la mayoría de las industrias del país; es decir que persiste una concentración de los negocios que además complica el acceso a los jugadores de menor tamaño.

“Los ultrarricos en México lo son sobre todo”, recuerda el documento titulado El monopolio de la desigualdad publicado por Oxfam; “por décadas de gobiernos que han renunciado a regular su acumulación de poder e influencia”.

Esto, a su vez, se traduce en la alta concentración del poder de mercado de las grandes empresas, que ha afectado directamente los bolsillos de la mayoría de la población

añade.

Por ejemplo, Carlos Slim Helú –representado en el CMN por su hijo Carlos Slim Domit–, posee 63.23% del mercado de telefonía móvil, 70.04% del internet móvil y 77.81% del tráfico mensual de datos con Telcel, según datos del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT).

El organismo destaca que América Móvil, su controladora, acapara 71% de las ganancias que ofrece el mercado de las telecomunicaciones.

Germán Larrea –el segundo hombre más rico de México– controla varias empresas que dominan diversos sectores. Encabeza la producción de cobre entre México, donde acapara 75% de la producción del metal, de acuerdo con el último reporte de la Cámara Minera de México, así como el cuarto lugar a nivel mundial del mismo sector.

Larrea también es propietario de Ferrosur y Ferromex, compañías que controlan 56% de los 17,360 kilómetros de vías férreas en el país, según datos recientes de la Comisión Federal de Competencia (Cofece).

Alejandro Baillères –cuyo negocio familiar creció al amparo de Industrias Peñoles– actualmente diversifica su fortuna con otras compañías como GNP Seguros, El Palacio de Hierro o la casa de bolsa Valmex. Peñoles y su subsidiaria Fresnillo concentran la producción de plata a nivel nacional, con 41% del mercado.

Además, entre los ultrarricos que están vinculados con el CMN, Roberto Hernández Ramírez –quien en el pasado fue un enemigo público de López Obrador– hizo su fortuna cuando fue presidente de Banamex, grupo financiero que hoy es el cuarto más grande del país, con 11% de los activos totales del sistema. 

Cabe resaltar que el sistema financiero mexicano está conformado por 50 bancos,  muestran los últimos datos disponibles de la Comisión Nacional Bancaria y de Valores al cierre de noviembre pasado. Tan solo los cinco jugadores más grandes (BBVA, Santander, Banorte y Banamex) también representados por miembros del CMN, en la figura de consejero, acaparan 60% del mercado.

La industria del tequila es dominada por la familia Beckmann, cuya marca José Cuervo lidera la producción de esta bebida a nivel nacional, con 46.2% del total, pero también a escala mundial, con 28.5%. En su último informe financiero anual la compañía dijo generar que el valor de su participación en el mercado de era de aproximadamente 2,853 millones de dólares.

En la lista que elaboró Oxfam también figura Antonio del Valle Ruiz, dueño de Grupo Kaluz. La ‘joya de la corona’ para el empresario es Orbia (antes Mexichem), líder mundial en la producción de tuberías de plástico que representa 44% del mercado mexicano de PVC. Del Valle Ruiz, además, se sienta en los consejos de Grupo Financiero Ve por Más, Grupo México y Telmex.

María Asunción Aramburuzabala se convirtió en la mujer más rica de México gracias a la participación accionaria que tenía en Grupo Modelo, compañía que heredó, y que posee una cuota de mercado del 63% en territorio nacional. Aunque actualmente ya no posee la propiedad de dicha empresas, mantiene inversiones en otros sectores de la economía mexicana. 

Un recuento hemerográfico expone que el presidente López Obrador y las caras públicas del CMN  (Claudio X. González, Eduardo Tricio Haro, Daniel Servitje y Carlos Slim Domit, entre otros), se han reunido al menos en once ocasiones durante los últimos cinco años.

Sin contar los tres primeros encuentros celebrados con el entonces presidente electo en 2018, donde limaron asperezas que produjo esa y otras contiendas presidenciales.

Los negocios se quedan en familia

La influencia de este “Club de Toby” no solo permea en el ámbito político, sino que se refleja a nivel interno, como una especie de red familiar que le da más poder en las decisiones sobre el rumbo de los negocios en el país.

Luis Carlos Ugalde, director de Integralia Consultores, dijo que la estrategia dominante del CMN ha sido la contención y el diálogo para apaciguar los ánimos del presidente. “El CMN es un organismo muy poderoso con personajes de alto relieve económico e incluso político, pero que ha optado por tener una postura de trabajo interna”, señala Ugalde.

Esto se hace más evidente en su modus operandi: los empresarios comparten los asientos en los consejos de sus empresas con otros miembros del CMN, según la investigación de EL CEO.

Por ejemplo, seis de sus afiliados aparecen en el gobierno corporativo de Grupo México de Germán Larrea, integrante del CMN desde 1999.

En el consejo de este conglomerado figuran Claudio X. González Laporte (Kimberly-Clark de México), Rolando Vega Sáenz (Seguros Atlas y actual presidente del CMN), Antonio del Valle Ruiz (Grupo Kaluz), Carlos Rojas Mota Velasco (Grupo Rotoplas) y Emilio Carrillo Gamboa (secretario ejecutivo del CMN).

Los empresarios del CMN participan en otras empresas que son propiedad de ciertos grupos económicos de poder, entre estas Banamex, Telmex (de la familia Slim) y Aeroméxico aparecen en el top de la lista. 

Estas tres compañías, por ejemplo, no están afiliadas al CMN, según la propia página web de la organización.

La red es extensa y compleja. Sergio Gutiérrez Muguerza, presidente de la compañía DeAcero (afiliada al CMN), es uno de los empresarios más cercanos a Ricardo Salinas Pliego, quien nunca ha formado parte de este club. Muguerza está en los consejos de Elektra y Totalplay.

Algunos de sus integrantes han preferido hacer negocios lejos de los reflectores, pero se sientan junto a los empresarios más poderosos del país.

En este grupo destacan, por ejemplo, dos empresarios que se ganaron la confianza de Carlos Slim: Rafael Moisés Kalach Mizrahi, considerado el ‘rey’ de la industria textil en México y dueño del Grupo Kaltex, y Antonio Cosío Pando, director general de Grupo Brisas. 

Kalach Mizrahi es consejero de América Móvil y Grupo Carso, las compañías que han impulsado la fortuna del hombre más rico de  México. Por su parte, Cosío Pando forma parte de los consejos de estas dos empresas, además de Telmex y Grupo Financiero Inbursa.

Una organización casi secreta

Desde su creación en 1962, el Consejo Mexicano de Negocios (CMN) mantiene un perfil muy discreto, casi secreto, pero efectivo, para dialogar con el poder. Esto le ha permitido sobrevivir a las políticas expropiadoras de Adolfo López Mateos, el nacionalismo de Luis Echeverría, la apertura económica de Carlos Salinas de Gortari y la transición democrática con Vicente Fox.

Según los académicos Carlos Alba Vega, historiador de El Colegio de México, y Alicia Ortiz Rivera, catedrática de sociología en la UNAM, desde sus orígenes utilizó la “discreción” para entablar un diálogo directo con el presidente de la República y sus secretarios.

En tanto, Enrique Cárdenas Sánchez, historiador, economista y director de la organización Signos Vitales, dijo que el CMN –como otras cúpulas empresariales– ha establecido una relación con el gobierno de López Obrador, un tanto “pragmática” pero basada en cálculos que “disminuyan riesgos”. 

Yo los veo muy cercanos al gobierno (aunque) no ha sido un sexenio sencillo para los empresarios

menciona.

Pese a la enorme influencia que ejercieron en la vida política del siglo 20, apenas hace unos años el organismo empresarial hizo pública parte de su historia y estructura. 

El CMN explica que por más de 50 años ha mantenido un “diálogo abierto y continuo con representantes del gobierno, la sociedad civil, la academia y otros organismos empresariales”.

La información pública también expone parte de su estructura de gobernanza, encabezada por Rolando Vega Sáenz, de Seguros Atlas; Laura Diez-Barroso Azcárraga, de Grupo Aeroportuario del Pacífico; Jorge Estévez Recolons, de ECOM Agroindustrial; Juan Ignacio Garza Herrera, de Xignux; y José Antonio Pérez Antón, de Grupo ADO. 

Entre sus afiliados también aparecen empresas como Cinépolis, Femsa, Alsea, Nevadi, Gigante, entre otras. Empresas que, según cálculos del CMN, emplean 1.6 millones de personas y mantienen inversiones en el país por 623,000 millones de pesos, aunque su presencia se extiende a 87 países. 

“Fomentar la prosperidad de México para construir un país justo, libre e incluyente”, reitera el CMN en su página de internet.

A lo largo de su historia, el CMN ha sufrido tres mutaciones de nombre que expone los objetivos de su consejo, más no los principios rectores que dominan su filosofía: aglutinar las principales fortunas nacionales, establecer un diálogo directo con el poder y mantener privados los temas más relevantes para las cúpulas empresariales.

En 1962 la organización nació bajo el nombre de Consejo Mexicano de Relaciones Públicas (CMRP), a fin de contrarrestar los temores “nacionalistas” dominantes en la administración de Adolfo López Mateos.

Hasta el año 1971 sufrió su primer cambio de nombre, al inicio de la administración de Luis Echeverría Álvarez, lo que permitió establecer una estructura más formal y un rebautizo a Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN).

Este nombre permaneció hasta el 2014, cuando se conoció el ingreso de la primera mujer, Blanca Treviño, fundadora de la empresa Softek, estableciéndose con el actual nombre de la organización, el Consejo Mexicano de Negocios.

Poco tiempo después se integró María Asunción Aramburuzabala, entonces propietaria de Grupo Modelo, así como la propia Laura-Diez Barroso. Al concretarse la venta de Modelo a Anheuser-Busch InBev (AB InBev), Aramburuzabala abandonó la empresa y actualmente posee un asiento honorario.

 Alfonso Romo, un jugador clave 

El acercamiento entre el CMN y el gobierno de la 4T fue posible gracias a la intermediación de Alfonso Romo, asesor de López Obrador y exmiembro del CMN, al que ingresó en 1997 y del que habría salido una década después.

Romo tuvo contacto con AMLO hasta 2011. Previamente impulsó la campaña presidencial de Vicente Fox y formó parte  del Movimiento Opción Ciudadana en contra de varios políticos, entre ellos el actual presidente.

A partir de 2012, Romo se convirtió –informalmente– en enlace del entonces dirigente nacional de Morena y el sector empresarial. El resto es historia: en 2017 aceptó ser el “coordinador del Proyecto de Nación 2018-2024” y luego la Jefatura de la Oficina de la Presidencia de López Obrador. Desde 2019 encabeza la “Coordinación de Estrategia y Enlace con Empresarios, Gobiernos y Sociedad Civil”, aunque renunció al gobierno a finales de 2020. 

Si bien el presidente ha reconocido mayor afinidad con el grupo de empresarios que conforman su Consejo Asesor Empresarial, esto no ha impedido que aparezca públicamente junto con los rostros más visibles del CMN.

Estos empresarios representan los intereses de este “Club de Toby” frente al gobierno. AMLO ha aparecido públicamente con Carlos Slim Domit (presidente de América Móvil, Telmex y Grupo Carso), Emilio Azcárraga Jean (presidente de Televisa) o Juan Ignacio Gallardo (presidente de Cultiva y consejero de GAP y Santander).

Además de Alejandro del Valle Ruiz y su hijo Alejandro del Valle Perochena, Adrián Sada Cueva, Daniel Sertvitje, Joaquín Vargas Guajardo, Alberto Torrado e incluso Alejandro Ramírez y Eduardo Tricio, quienes en un principio fueron objetivo de los dardos lanzados durante la campaña de 2018.

El CMN no ha perdido influencia, simplemente nos encontramos en un momento donde el Estado tiene un proyecto diferente a la visión general del CMN

explica el catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México, Román Moreno Soto.

El distanciamiento entre poderes persiste en la narrativa presidencial, pero no en lo tangible. La relación de la 4T con la iniciativa privada es un ganar-ganar para ambas partes. Y a consideración de los especialistas, este ha sido el sexenio de los empresarios.

 

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