Para Cleanne Brito Machado, al igual que para millones de personas en los países en desarrollo de todo el mundo, comprar alimentos básicos como arroz, frijoles, aceite o papa significa ahora tomar decisiones difíciles.
Una mezcla que incluye la depreciación de la moneda, el aumento en precios de las materias primas y trastornos por la pandemia provocó que la inflación de los alimentos se disparara 14% el año pasado en la economía más grande de América Latina, Brasil, el mayor aumento en casi dos décadas.
La cifra principal oculta las subidas de los productos básicos, como el aumento de 76% del arroz o la duplicación de los precios del aceite de soya.
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Otros países en desarrollo, desde Turquía hasta Nigeria, también registraron aumentos de dos dígitos de la inflación alimentaria. Los principales exportadores de trigo y maíz, como Rusia o Argentina, pusieron frenos o impuestos para preservar las existencias nacionales, exacerbando las presiones en otros lugares.
Datos de Naciones Unidas mostraron que los precios de los alimentos alcanzaron máximos de seis años en enero tras haber subido durante ocho meses consecutivos.
El inoportuno retorno de las presiones sobre los precios de los alimentos ha puesto en alerta a los responsables políticos y a los inversores, preocupados por lo que significa para la inflación en general, mientras las economías siguen tambaleándose por la crisis de coronavirus.
Los bancos centrales vigilarán el nivel de los precios de los alimentos con bastante atención durante los próximos meses, porque tendrán que tomar una decisión sobre si responder a esto o no
dijo Manik Narain, jefe de estrategia de mercados emergentes de UBS.
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Alimentos, componente importante
Los alimentos son el componente más importante de las cestas de la inflación en muchos mercados emergentes y representan alrededor de la mitad en países como India o Pakistán, frente a menos del 10% en Estados Unidos.
El aumento de los precios de los alimentos ha contribuido a la agitación social en el pasado. Se prevé que los efectos del cambio climático exacerben las oscilaciones de los precios y el aumento del valor de la energía se suma a la presión.
Para personas como Machado, el aumento de la factura de los alimentos deja menos margen para gastar en otros bienes, lo que reduce la demanda de artículos, desde los viajes hasta las comidas fuera de casa.
Muchos países ya han visto caer los ingresos en divisas de sectores como el turismo y carecen de la capacidad de sus pares más ricos para inyectar estímulos.
Para los bancos centrales, la tentación puede ser dejar que la inflación aumente y mantener las condiciones monetarias flexibles para apoyar el crecimiento, dicen los analistas.
Es un equilibrio muy difícil: los gobiernos de los mercados emergentes están condenados si lo hacen y condenados si no lo hacen. Como responsable de la política, ¿eliges apoyar a tu población o mantener contentos a los mercados?
dijo David Rees, economista senior de mercados emergentes de Schroders.
Las economías desarrolladas suelen considerar la inflación alimentaria como un fenómeno transitorio; sin embargo, para países en desarrollo, las persistentes subidas de los precios de los alimentos en el periodo previo a la crisis financiera de 2008 elevaron la inflación subyacente, provocando años de alzas de las tasas de interés.
Inflación avanza
En Estambul, el vendedor del mercado de alimentos Seref Geyik dice que ha visto el efecto de horarios de apertura reducidos por la pandemia y del aumento de los precios al por mayor de las frutas y verduras.
“Los consumidores se inclinan por los puestos más baratos, no buscan productos de buena calidad”, comenta este hombre de 53 años.
Al depender en gran medida de los alimentos importados sin procesar, Turquía vio cómo se aceleraba el alza de los precios de la comida a partir de agosto, cuando la lira registraba pérdidas mensuales de 5% o más frente al dólar.
Como casi toda su energía es importada, el alza del petróleo desde principios de noviembre ha aumentado la presión. El tiempo seco, además, ha dificultado la producción de algunos cultivos locales, desde las avellanas y las castañas hasta los albaricoques y las aceitunas.
La experiencia de Turquía de una inflación crónicamente alta hace dos décadas es un ejemplo de cómo las presiones de los precios pueden hacer descarrilar el crecimiento económico y destrozar la confianza de los hogares y los inversores.
El nuevo gobernador del banco central, Naci Agbal, ha puesto en marcha un departamento dedicado a supervisar los precios de los alimentos y de la agricultura para que sirva como un sistema de alerta temprana.
Brasil y política monetaria
En enero, el banco central de Brasil abandonó la orientación de que los tipos de interés se mantendrían bajos después de que el real se vio sometido a presiones y los mercados de bonos cayeron.
En un guiño al cambio de prioridades, la vicegobernadora Fernanda Nechio dijo que mantener la inflación bajo control ha ayudado a sacar a un gran número de personas de la pobreza.
Los analistas predicen que Rusia y Sudáfrica seguirán el mismo camino.
Al mantener los tipos de interés sin cambios en diciembre, la gobernadora del banco central ruso, Elvira Nabiullina, señaló los efectos secundarios del aumento de los precios mundiales de los alimentos y de la debilidad del rublo.
Pocos esperan que las presiones disminuyan pronto, ya que la demanda china, que llevó los precios mundiales de los cereales a su nivel más alto de los últimos seis años, no da señales de disminuir.
El aumento de los precios del arroz provocó disturbios en varios países durante la crisis alimentaria de 2008, y la inflación alimentaria contribuyó a las revueltas de la Primavera Árabe de hace una década.
Hemos visto en el pasado casos de protestas aparentemente desencadenadas por las subidas de los precios de los alimentos, (especialmente) cuando los precios de las materias primas están aumentando
dijo la directora gerente de Moody’s, Marie Diron.