La Primera Guerra Mundial dio lugar al surgimiento de Estados Unidos como potencia global cuando ingresó a las trincheras en Europa, para poner fin a aquel sangriento conflicto.

Un siglo después del armisticio del 11 de noviembre de 1918, el debate sobre Estados Unidos y su papel en el mundo se replantea ante la llegada de un presidente cuyo credo -“America First“- evoca a los aislacionistas de aquellos años.

“El debate que llega con el fin de la Primera Guerra Mundial es: ‘¿Los intereses de Estados Unidos se ven mejor atendidos con la incorporación a organizaciones internacionales como la Liga de las Naciones?’,” dijo Michael Neiberg, profesor de Historia en la Escuela de Guerra del Ejército estadounidense.

“¿O Estados Unidos estará mejor permaneciendo al margen de estas organizaciones y persiguiendo sus intereses por su cuenta?”, agregó el autor de “The Path to War: How the First World War Created Modern America” (El camino a la guerra: cómo la Primera Guerra Mundial creó el Estados Unidos moderno).

En los tiempos inmediatos que siguieron al conflicto, el presidente Woodrow Wilson lideró la Liga de las Naciones, creada para mantener la paz. Pero Henry Cabot Lodge, entonces presidente del Comité de Relaciones Exteriores del Senado, consideraba a aquel cuerpo como una amenaza a la soberanía estadounidense y articuló el rechazo del Senado a la membresía de Estados Unidos a aquella organización.

“Pese a que nos sumimos en el aislacionismo, el impacto de la intervención de Estados Unidos (en la guerra) nunca desaparece simplemente porque somos una potencia muy fuerte”, consideró el profesor de Historia Militar en la Universidad de Texas, Geoffrey Wawro, también autor de “The Mad Catastrophe”, un libro sobre el estallido de la Primera Guerra Mundial.

Los ecos de la disputa Wilson-Lodge pueden escucharse actualmente en momentos en que el presidente Donald Trump impulsa una política exterior diferente a la que encabezaron sus antecesores.

Disputa de los años 20

Trump ha dejado en claro su desprecio por las instituciones globales y su antipatía hacia los acuerdos multilaterales de libre comercio.

También se ha retirado o anunciado su intención de abandonar el Acuerdo de Cambio Climático de París, el Acuerdo nuclear con Irán, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

“Nunca entregaremos la soberanía de Estados Unidos a una burocracia global”, dijo ante la Asamblea General de Naciones Unidas el mes pasado.

“Estados Unidos es gobernado por estadounidenses. Rechazamos la ideología de la globalismo. Y abrazamos la doctrina del patriotismo”.

Para Neiberg, “lo que está argumentando es que Estados Unidos, siendo una gran potencia, una gran economía, una gran nación, no debería estar involucrada en ninguna de esas organizaciones a menos que tenga sentido para Estados Unidos”.

“Ese es un argumento de los años ’20”, indicó, como el que encarnaron Lodge y otros que “estimaban que la Liga de las Naciones -una nación, un voto- era una mala idea para Estados Unidos porque significaba que Estados Unidos y, digamos Ecuador, tenían el mismo peso”.

‘Liderando a otros’

La postura de Trump también representa el abandono del compromiso de Estados Unidos con las reglas del orden internacional, el mismo que Washington ayudó a crear tras la Segunda Guerra Mundial.

Lo que los líderes estadounidenses de la Segunda Guerra Mundial aprendieron del periodo entre las dos guerras es que la idea de que Estados Unidos “podía ser más segura, más próspera, distanciándose de Europa y del resto del mundo estaba totalmente equivocada”, dijo James Lindsay, del Consejo de Relaciones Exteriores.

“Durante 70 años, la base de la política exterior estadounidense fue la importancia de liderar a sus amigos y aliados en la búsqueda de soluciones comunes a problemas comunes”, señaló Lindsay, coautor con Ivo Daalder del recientemente publicado libro “The Empty Throne: America’s Abdication of Global Leadership” (El trono vacío: La abdicación de EEUU al liderazgo global).

Los presidentes estadounidense, de Harry Truman a Barack Obama, pueden haber tenido diferencias sobre prioridades y tácticas, “pero todos ellos hablaban de liderar a otros”, señaló.

“Hablaban positivamente sobre las alianzas, sobre la apertura de mercados, la promoción de la democracia, los derechos humanos y el imperio de la ley”, agregó.

Por otro lado, Trump “es profundamente escéptico del multilateralismo” y “le ha dado la espalda a ese mundo que Estados Unidos forjó”.

“En sus primeros 20 meses de gobierno, cuestionó el compromiso de Estados Unidos hacia sus aliados, impulsó políticas económicas proteccionistas y abrazó a dirigentes que explícitamente se oponen a nuestros valores”, agregó Lindsay.

Vacío político

Mientras Trump ha sido calificado de aislacionista, los académicos consideraron que esa descripción no es del todo precisa.

“Lo que argumenta Trump” es que Estados Unidos puede “renovar los términos más que seguir con los términos históricamente santificados que, él considera, forjaron malos acuerdos”, dijo Wawro.

Aunque puede tener razón en ciertos aspectos, Trump se arriesga a “tirar toda la arquitectura diseñada para unir a los pueblos democráticos contra las amenazas”.

“Eso no es lo mismo que aislacionismo, sino una especie de vulgarización de las relaciones internacionales que llevará a una pérdida de liderazgo y a una pérdida de influencia”, afirmó.

Lindsay advirtió que Estados Unidos arriesga crear un vacío político si abandona su papel de líder global.

“Pueden pasar dos cosas”, dijo: “una, que alguien intente llenarlo. Ahora mismo los chinos están intentando hacerlo. Otra posibilidad es que no haya líder y se vuelva a una época de gran competencia geopolítica entre las grandes potencias”.

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