El gobierno de Suecia se distinguió en la contingencia actual debido a que adoptó un enfoque más flexible frente a la pandemia de coronavirus que el resto de Europa.
Sin embargo, el balance de contagios y defunciones por el virus COVID-19 en el país es más alarmante que en Noruega y Finlandia, sus vecinos que integran la península escandinava.
El número de contagios en Suecia hasta este martes asciende a 19,621 y las defunciones alcanzan las 2,355. Con estas cifras, la tasa de contagios es de 191.7 por cada 100,000 habitantes, mientras que la de los muertos alcanza los 23 por cada 100,000 habitantes.
En contraste, Noruega reporta 141.7 personas contagiadas y 3.8 muertos a causa de coronavirus por cada 100,000 habitantes. Finlandia tiene una tasa de 86 contagios y 3.6 muertes por cada 100,000 habitantes.
La semana pasada, el primer ministro de Suecia, Stefan Löfven, admitió en televisión que la preparación de su país en cuanto a medidas de prevención por el coronavirus no fue lo bastante buena.
Para Bo Lundbäck, profesor de Epidemiología en la Universidad de Gotemburgo, “las autoridades y el gobierno creyeron tontamente que la epidemia no llegaría a Suecia”.
Al contrario que el resto de países escandinavos, que adoptaron una estrategia de semiconfinamiento, Estocolmo descartó colocar a su población en aislamiento, considerando que las medidas drásticas no eran lo suficientemente eficaces como para justificar su impacto en la sociedad.
Aunque sí prohibió las concentraciones de más de 50 personas y las visitas a las residencias geriátricas. En cuanto al resto, el gobierno apeló al civismo, pidiendo que cada persona asumiera sus responsabilidades y siguiera las recomendaciones sanitarias.
A pesar de que la estrategia causó cierta perplejidad tanto dentro como fuera del país, el gobierno se sigue ateniendo a las recomendaciones de la Agencia Pública de Salud.
“Suecia estuvo mal o incluso nada preparada”, criticó Bo Lundbäck, en declaraciones a la AFP.
Junto a 21 investigadores más, el epidemiólogo firmó el martes un desplegado en el diario Dagens Nyheter para exigir “medidas rápidas y radicales” como el cierre de escuelas y restaurantes.
Por su parte, las autoridades sanitarias continúan dando prioridad a la estrategia a largo plazo, rechazando adoptar medidas drásticas como el confinamiento, que, según ellas, solo sería útil en periodos breves.
Ancianos y migrantes, en primera línea
La Agencia Pública de Salud anunció la semana pasada que al menos 40% de los decesos registrados en la región de Estocolmo, epicentro de la epidemia en Suecia, se produjeron en establecimientos de personas mayores.
A pesar de las medidas sanitarias emprendidas por el gobierno, la epidemia llegó a buena parte de las residencias de ancianos: solo en la capital, la mitad de estas están afectadas por el virus.
La radio pública también reveló a principios de abril que un tercio de los municipios del país habían detectado casos sospechosos o confirmados de la enfermedad en centros para personas mayores.
Una situación que la ministra de Salud, Lena Hallengren, no logró explicar. “O no se cumplió con la prohibición de efectuar visitas o el personal con síntomas fue a trabajar”, argumentó la funcionaria.
Sin embargo, según Ingmar Skoog, director del Centro para Personas Mayores y Salud de la Universidad de Gotemburgo, la propagación del virus podría deberse a que Suecia no es un país tan centralizado como sus vecinos.
En las residencias de ancianos, algunas de las cuales son privadas o dependientes de los municipios, “el personal cobra por hora trabajada, con un sueldo más bajo, suele estar menos formado y ser más joven”, apuntó Skoog.
Y, al contrario que en Finlandia, donde los trabajadores están amparados por los convenios colectivos, en Suecia “los que cobran por horas no reciben nada si se quedan en casa por tener síntomas leves”, como requieren las consignas de Sanidad.
Por otro lado, mientras que Noruega afirma que el virus no ha afectado más a las “personas nacidas en el extranjero”, en los barrios más desfavorecidos de Estocolmo, donde viven migrantes o personas descendientes de migrantes, la incidencia de la epidemia ha sido tres veces mayor que en el resto de la capital, según datos oficiales.
Según la investigadora en Ciencias Políticas de la Universidad de Uppsala, Gina Gustavsson, este panorama podría ser consecuencia de una “falta preocupante de conocimiento o de interés” por parte de las autoridades respecto a esas poblaciones, que a veces tienen costumbres y usos sociales distintos.
Con información de AFP