Alemania, un ejemplo de la energía responsable, está renunciando al carbón y a las plantas nucleares. El problema es que podría costarle mucho mantener las luces encendidas en su afán por incorporar las fuentes renovables a sus redes de electricidad.
El país con el mayor mercado de electricidad de la Unión Europea ha fijado como plazo el 2022 para abandonar las plantas nucleares, ante las preocupaciones por la seguridad que se vieron agravadas por la catástrofe de Fukushima. Además, tiene previsto cerrar gradualmente las centrales de carbón en los próximos 19 años para combatir el cambio climático.
Sólo en los próximos tres años se espera que la capacidad de energía convencional se reduzca en una quinta parte, lo que la situará por debajo de la demanda máxima de energía del país. No hay consenso sobre si habrá suficiente capacidad fiable para excluir la posibilidad de que se produzcan apagones que puedan llegar a afectar la actividad de las empresas industriales.
El Gobierno, en un informe publicado este mes, dijo que la situación era segura, y que cualquier déficit energético podría compensarse con la mejor eficiencia energética, el incremento constante del suministro de energía solar y eólica o las importaciones de electricidad.
Otros no están tan seguros, entre ellos muchas eléctricas, operadores de red, empresas manufactureras y analistas.
Katharina Reiche, directora ejecutiva de VKU, una empresa de eléctricas locales que se enfrentan a una rentabilidad decreciente a medida que cierran las plantas, dijo que la estrategia del Gobierno era arriesgada porque no había puesto a prueba todos los escenarios.
Si el plan de salida del carbón no va acompañado de un control obligatorio y orientado a controlar los riesgos para la seguridad del suministro, advirtió, sería como “caminar por la cuerda floja sin red de seguridad”.
Las compañías eléctricas y gestores de red dicen que si la meteorología es desfavorable por periodos prolongados, el suministro de energía verde podría ser insignificante, mientras que el almacenamiento sigue siendo en buena medida inexistente. Además de la capacidad, la red para transportar la energía renovable de norte a sur también lleva años y miles de kilómetros de retraso, agregan.
Stefan Kapferer, director del grupo alemán de la industria energética BDEW, dijo que sería arriesgado depender de las importaciones. “La capacidad de energía eléctrica convencional está disminuyendo en casi toda Europa y se está construyendo una capacidad más volátil”, detalló.
El gobierno rechazó tales preocupaciones, diciendo que la probabilidad de que se produjeran fuertes caídas en las plantas o que las condiciones meteorológicas fueran idénticas en toda Europa era remota.
Sin embargo, independientemente de la fiabilidad, el hecho de que Alemania se convierta en un importador neto de electricidad tendría consecuencias importantes para todo el continente, cuyos mercados energéticos están interrelacionados con arreglo a las normas del mercado único de la UE, y están dominados por las exportaciones de Alemania.
Este cambio se produce en un momento en que las centrales nucleares de Francia, otro importante exportador al resto de Europa, envejecen con rapidez, lo que significa que es cada vez más probable que ese país dependa de las importaciones.
El aumento de las temperaturas estivales a niveles sin precedentes en algunas partes de Europa pone de manifiesto un dilema al que se enfrenta el continente: cómo eliminar los combustibles fósiles que causan el calentamiento global, evitando la escasez de energía en una era en la que podrían producirse cada vez más picos en la demanda por los sistemas de aire acondicionado y la expansión de los centros de datos.