El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, asume el jueves un segundo mandato de seis años con una sombra de ilegitimidad que presagia más aislamiento internacional, dentro de la peor crisis económica en la historia reciente del país petrolero.

Maduro, de 56 años, jurará ante el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) -y no frente al Congreso, único poder no oficialista-, tras ser reelegido el 20 de mayo en comicios boicoteados por la oposición y desconocidas por el Grupo Lima, integrado por 14 países americanos, donde México fue la excepción.

Este grupo instó el viernes al mandatario socialista a no tomar posesión y a transferir el poder al Parlamento, lo que Caracas consideró como una incitación a un golpe de Estado.

El nuevo mandato de Maduro coincide con la llegada al poder en Brasil del ultraderechista Jair Bolsonaro quien, con el apoyo del gobierno de Donald Trump, busca liderar una coalición regional contra la que tilda de “dictadura”.

“No creo que haya ruptura masiva, sino una degradación importante del nivel de relaciones”, opinó el internacionalista Mariano de Alba.

Caracas se acercó más a sus aliados Rusia, China, Irán, Turquía y Corea del Norte, previendo mayor presión internacional. La UE  llamó este martes a una nueva elección “libre y justa”, y el jueves la Organización de Estados Americanos (OEA) tendrá sesión extraordinaria sobre Venezuela.

“El que no reconozca la legitimidad de las instituciones venezolanas le daremos su respuesta recíproca y oportuna, actuaremos con mucha firmeza”, advirtió Maduro, cuyo mandato será reconocido el jueves por la Fuerza Armada, y el viernes por la oficialista Asamblea Constituyente.


‘Venezuela no va a cambiar’


Al clima internacional adverso se suma la desesperanza de quienes culpan al mandatario de la ruina del otrora próspero país.

Según el Fondo Monetario Internacional, la economía, que se redujo a la mitad durante el gobierno de Maduro, se contraerá 5% en 2019, y la hiperinflación alcanzará 10,000,000%.

“Algunos piensan que estamos en lo más duro (…) Habrá niveles mucho más críticos”, advirtió el director de Ecoanalítica, Asdrúbal Oliveros, quien cree que el gobierno podría verse forzado a tomar “medidas pragmáticas” sin cambiar el modelo de intervención de la economía.

“Venezuela no va a cambiar con Maduro en la presidencia, los medicamentos no se consiguen, la gente está pasando hambre”, dijo Gleidimir Peña, de 23 años, antes de emigrar a Perú hace tres días.

En lo que considera la migración más masiva de la historia reciente de América Latina, la ONU calcula que 2.3 millones de venezolanos salieron desde 2015 y estima que esa cifra subirá a 5.3 millones en 2019.

Ante el derrumbe de la vital producción petrolera -de 3.2 millones de barriles diarios a 1.13 millones en la última década-, Maduro invitó a sus aliados a invertir en la explotación de oro, diamante y coltán.


Oposición sin poder ni autoridad


Con el control institucional y militar y una oposición fracturada, Maduro se dice más fuerte y legítimo que nunca y camina con pie propio tras heredar el poder de Hugo Chávez (1999-2013), quien hace 20 años fundó la “revolución bolivariana”.

Sus adversarios han hecho casi todo para desplazarlo: protestas que dejaron más de 200 muertos, un intento de referendo revocatorio, diálogos, y la promoción de sanciones internacionales.  

Pero hoy están en lucha por el liderazgo y sus principales dirigentes están presos, inhabilitados o en el exilio. Además, el Parlamento fue sustituido en la práctica por la ultrapoderosa Constituyente, pues el TSJ lo declaró en desacato y anula sus decisiones.

Pese a ello, el pasado sábado el Legislativo declaró a Maduro “usurpador”, se proclamó como único poder legítimo y anunció que impulsará un “gobierno de transición” que llame a elecciones, aunque su presidente, Juan Guaidó, admitió este martes que no será de la noche a la mañana.

Para el politólogo Luis Salamanca, la oposición -acusada por Maduro de intentar matarlo el pasado 4 de agosto- debe comenzar por “reconstruirse”, aprender a luchar en un escenario “sin GPS constitucional” y evitar medidas inaplicables que generen “frustración”.

Un diálogo aún luce lejano, pero de darse, Peter Hakim, de Diálogo Interamericano, cree que la oposición debe buscar acuerdos para enfrentar la crisis: “Ningún gobierno autoritario y represivo cae porque sus oponentes -débiles y desorganizados- lo exigen”.

Para “defender la revolución”, el oficialismo movilizará a sus partidarios el jueves. El lunes una caravana, que incluyó encapuchados con fusiles, juró defender a Maduro a sangre y fuego.