El rey Carlos III de Reino Unido no pagará impuestos por la herencia que recibirá por parte de la fallecida Isabel II, ya que la corona se encuentra exenta del pago de cualquier tipo de impuesto con el objetivo de darle mayor independencia a sus finanzas.
De acuerdo con las leyes británicas, los patrimonios superiores a las 325,000 libras deben pagar la tasa del 40% de impuesto, sin embargo, las herencias de “soberano a soberano” se encuentran exentas desde la década de los 90 cuando gobernaba John Major.
La decisión se tomó al considerar que el rey no puede prescindir de gran parte de los activos que hereda y que, por tanto, no tiene por que asumir pagos impositivos por una fortuna de la que, en gran medida, no puede disponer, según el diario británio The Guardian.
Las autoridades tampoco obligan a los reyes a realizar el pago de impuestos sobre la renta, sin embargo, en 1992 Isabel II decidió realizarlos de forma voluntaria, línea que continuará durante el reinado de Carlos III.
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Propiedades de la corona británica y su valor
La muerte de Isabel II provocó toda una revolución en el seno de la familia real, no sólo por lo que significaba para ellos, sino también por todos los protocolos que se tuvieron que poner en acción, entre ellos nuevos nombramientos y asignación de herencias.
Al ascender al trono, Carlos III podrá acceder a una parte de los ingresos de Crown Estate, la mayor de las entidades de inversión vinculadas a la monarquía de Reino Unido. Además, tendrá una propiedad privada, el Ducado de Lancaster.
Por su parte, su hijo William que lo sucedió como príncipe de Gales, nombramiento que le permite heredar el Ducado de Cornualles.
El Crown Estate y los ducados reales supervisan activos totales de alrededor de 18,200 millones de libras, alrededor de 21,000 millones de dólares, y sus valores aumentaron un 70% en promedio durante los últimos 10 años, según datos de Bloomberg.
Una fortuna diferente
La riqueza de la realeza es diferente a la de cualquier otro magnate, el ejemplo más claro es que los activos más valiosos ni siquiera son propiedad de la realeza.
Por otra parte, la monarquía británica y sus posesiones, incluidas las joyas de la corona y la colección de arte real, pertenecen al soberano gobernante, pero no son propiedad privada de éste y por tanto no puede venderla.
Además de la riqueza de la corona, la reina Isabel II contaba con su fortuna personal, gran parte de ella heredada por sus padres, incluida la residencia en Balmoral, en donde falleció.
El patrimonio de la reina británica era de alrededor de 400 millones de dólares, incluyendo colecciones de sello, establos de caballos y demás propiedades inmobiliarias, según el índice de multimillonarios de Bloomberg.
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Con información de Europa Press y Bloomberg