Tras el histórico acuerdo del G7 sobre un impuesto mundial a las multinacionales, las negociaciones continúan esta semana en la OCDE para encontrar un consenso entre los 139 países involucrados, mientras algunos mantienen reticencias y otros temen que gigantes como Amazon escapen a las nuevas reglas.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), con sede en París, recibió el mandato del G20 de diseñar este impuesto mínimo mundial para una mejor repartición de los ingresos fiscales provenientes de las multinacionales.
La entidad celebrará el miércoles y jueves una reunión decisiva para definir el marco general de la reforma.
El momento de la verdad será la reunión de ministros de Finanzas de los países miembros del G20 —entre ellos México— en Venecia, el 9 y 10 de julio, que podría conocer la ruta de un acuerdo final de aquí a final de año.
“Yo creo que nunca hemos estado tan cerca de un acuerdo”, comentó en junio Pascal Saint Amans, responsable de asuntos tributarios de la OCDE.
Saint Amans también comentó que “hay una dinámica extremadamente fuerte, los europeos quieren el acuerdo. Yo pienso que todo el mundo entiende que un acuerdo es mejor que no tener acuerdo”.
Competencia fiscal
La reforma apunta a poner fin a la competencia fiscal en momentos que los estados gastan masivamente por hacerle frente a la pandemia, mientras los gigantes informáticos se enriquecen.
Bajo impulso estadounidense, la reunión del G7 en Londres plateó el tema a inicios de junio y se comprometió a definir la tasa de un impuesto mundial a las sociedades de “al menos 15%”, junto con una repartición equitativa del gravamen sobre los beneficios de las multinacionales basadas en numerosos países.
Ese acuerdo del grupo de siete grandes potencias (Reino Unido, Francia, Italia, Canadá, Japón, Alemania y Estados Unidos) fue calificado como “histórico” por el ministro británico de Finanzas, Rishi Sunak, quien presidió el encuentro.
Falta ampliar el consenso para incluir a todos los países involucrados en las discusiones.
La tasa de 15% propuesta por Estados Unidos no tiene apoyo unánime, e incluso enfrenta la oposición de los republicanos en el Congreso estadounidense.
Algunos países de la Unión Europea que han hecho de la competencia fiscal uno de sus principales atractivos, como Irlanda y Hungría, están entre los reticentes.
Polonia, que se opuso en el pasado, dio la semana pasada su apoyo al proyecto, un respaldo “decisivo”, según el ministro francés de Economía, Bruno Le Maire.
Línea roja
Convencer a China, que también ha planteado “inquietudes” sobre el proyecto, será un desafío, en palabras de la secretaria estadounidense del Tesoro, Janet Yellen.
El gigante asiático aplica tasas reducidas de importación a las empresas de ciertas actividades innovadoras y no quiere una tasa mínima superior a 15%, dijeron dos fuentes involucradas en las negociaciones.
A su vez, Reino Unido ha planteado eximir a su sector financiero de la primera columna de la reforma, que modifica la distribución de derechos a gravar en función del país donde se realizaron los negocios.
Otros puntos aún deben ser zanjados sobre la base impositiva del futuro tributo mínimo o la cantidad de empresas incluidas.
La propuesta estadounidense apunta a las 100 multinacionales más importantes, un número insuficiente señaló a fines de mayo el G24, un grupo de países emergentes que incluye a Argentina, Brasil e India.
Francia también quiere asegurar que la totalidad de los gigantes informáticos estén incluidos en la reforma. Es una “línea roja” para París, insistió el ministro Le Maire.
Persisten dudas sobre Amazon, una parte de cuyas actividades, como la distribución, no son lo suficientemente rentables para entrar al campo de la reforma, al contrario de su “nube”, una actividad de la cual el gigante estadounidense obtiene importantes ganancias.