La búsqueda interminable del crecimiento económico está devorando los cimientos de la vida en la Tierra y ningún país –rico o pobre– puede escapar de las terribles consecuencias si las cosas siguen como están. Entonces, ¿cómo podría el mundo cambiar de rumbo? La ‘nueva economía’ tiene algunas propuestas.
Aunque todavía se limita a los márgenes del panorama, una coalición mundialmente dispersa pero unida de economistas, líderes empresariales y políticos, junto a algunos inversionistas, trabajan en el desarrollo de esta opción.
El objetivo: una nueva relación entre el estado, las comunidades locales y la naturaleza alineada con una noción más holística de progreso que de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB), el criterio establecido para economías tan diferentes como las de Estados Unidos y Mozambique.
“Ningún país en la Tierra está haciendo lo necesario para asegurarse de que obtengamos un sistema económico capaz de enfrentar los desafíos gemelos del colapso ecológico y el cambio climático”, aseguró Laurie Laybourn-Langton, miembro asociado del Instituto de Investigación de Políticas Públicas de Londres, autor principal de un nuevo informe sobre la ruptura ambiental titulado ‘This Is A Crisis’ (‘Esto es una crisis’).
“Sin embargo, se están realizando una serie de ideas y proyectos a pequeña escala que, si se amplían, podrían abordar el problema”, afirmó Laybourn-Langton. Uno de los que ganaron terreno fue medir el progreso en términos distintos al PIB, que, en esencia, mide el valor de mercado de los bienes y servicios de un país.
En términos más generales, Laybourn-Langton y otros defensores de la ‘nueva economía’ argumentan que es hora de reconocer que el estado debe desempeñar un papel central en la organización de una respuesta a los impactos ambientales sistémicos que se avecinan.
Pero en lugar de volver a impulsar las nacionalizaciones e imponer límites al salario de los ejecutivos de empresas, propuestas centrales de la política de izquierda de los años 70, la ‘niueva economía’ piensa que los gobiernos deberían ayudar a las comunidades a crear nuevas formas participativas de actividad económica que puedan abordar la desigualdad social y restaurar la salud del planeta.
Las propuestas incluyen proyectos de energía limpia administrados localmente, cooperativas de trabajadores, muchos tipos de negocios progresivos y prácticas de regeneración o de agricultura que podrían crecer exponencialmente en un entorno político favorable.
También se podrían desarrollar nuevos indicadores económicos a través de consultas democráticas para medir los avances en equidad, salud o sostenibilidad a partir de ejemplos como el Indicador de Progreso Genuino (IPG) , un intento temprano de diseñar una alternativa más redondeada al PIB.
Desafío al status quo
Si bien muchas empresas y grupos locales persiguen variantes de estas iniciativas, la filosofía es más visible en el acuerdo ‘Green New Deal’.
Propuesto por la legisladora demócrata de Estados Unidos, Alexandria Ocasio-Cortez, quien está respaldada por el Movimiento Sunrise liderado por jóvenes, apunta a unir la justicia social con la agenda de energía renovable y clima.
Economistas ortodoxos de todo el espectro político en el país han respondido que el sistema existente simplemente necesita una modificación en la forma de un impuesto al carbono y un sistema de descuentos para reducir las emisiones, mientras que los republicanos y algunos inversionistas han sometido al ‘Green New Deal’ a un aluvión de críticas.
“Es una adquisición socialista de energía de 70, 80, 90 trillones de dólares”, explicó Jonathan Hoenig, del fondo de cobertura Capitalist Pig a Fox Business en marzo. “Realmente es un socialismo de gran tamaño”.
Sin embargo, dos estudios encontraron que el asalto liderado por las empresas a la naturaleza se está acelerando tan rápido que es demasiado tarde para pequeños cambios.
En octubre, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático patrocinado por las Naciones Unidas (IPCC) llegó a la conclusión de que solo una profunda transformación económica permitiría al mundo reducir las emisiones de carbono lo suficientemente rápido como para limitar el calentamiento global.
A principios de mes, un estudio científico paralelo de 130 naciones reveló que la sociedad industrial ha empujado a un millón de especies al borde de la extinción. Las plantas y los animales están desapareciendo más rápido que durante los últimos 10 millones de años, según descubrieron los 145 expertos.
Eduardo Brondizio, un antropólogo que colaboró en el informe, dijo que era hora de abandonar una mentalidad de crecimiento a toda costa: “Los negocios, como siempre, tienen que terminar”.
‘Pánico en sus ojos’
Entre las preguntas que dividen a los ‘nuevos economistas’ está si el riesgo de un cambio climático catastrófico es ahora tan agudo que el crecimiento económico debería suspenderse por completo para reducir rápidamente las emisiones de gases de efecto invernadero.
Algunos todavía ven espacio para un ‘crecimiento verde’ sostenible, pero otros quieren que los gobiernos supervisen las reducciones drásticas en el consumo ahora, para evitar lo que temen que sea un descenso a una Edad Oscura del siglo 21.
Si bien nadie cuestiona el desafío de reconfigurar la economía mundial, un aumento en el activismo climático, que incluye un movimiento de huelga escolar mundial y una campaña internacional, está generando nuevas conversaciones.
Castlemaine strikers Chatting with voters at Higgins pre poll where climate = #1 issue. #VoteClimate #ClimateElection pic.twitter.com/lf5l85l8S1
— School Strike 4 Climate (@StrikeClimate) May 17, 2019
“La confluencia del pánico en los ojos de los jóvenes con la ciencia dura está abriendo el debate en la corriente principal como no lo ha hecho antes”, dijo Katherine Trebeck, una científica política australiana que cofundó la Alianza de Economía del Bienestar, una red de académicos, empresas y movimientos sociales.
Si bien las oportunidades de inversión en tales proyectos siguen siendo en gran medida triviales, algunos fondos importantes ven la necesidad de un cambio.
“Nos enfrentamos a una forma de capitalismo que ha endurecido su enfoque hacia la maximización de las ganancias a corto plazo con poco o ningún interés en el bien social”, escribió Jeremy Grantham, cofundador de GMO, gerente de inversiones globales, en agosto pasado.
“Estamos compitiendo para proteger no solo a nuestras carteras, no solo a nuestros nietos, sino a nuestra especie”, concluyó.