Flojos, improductivos, sin aspiraciones, son algunos de los calificativos con los que se etiquetan a los llamados ninis, jóvenes que ni estudian ni trabajan; sin embargo, las cifras muestran una realidad diferente que, de no atenderse, tendrá consecuencias sociales y económicas negativas.

En América Latina y el Caribe casi el 60% de los ninis proviene de hogares pobres o vulnerables localizados en el 40% inferior de la distribución del ingreso, y el 66% son mujeres, de acuerdo con el Banco Mundial.

“Esta generación es una de las últimas del bono demográfico. Invertir en los jóvenes debe ser una gran prioridad para el futuro incierto”, comentó en conferencia Carmen Pages, jefa de Mercados Laborales del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

En México, la cifra de ninis se ha calculado alrededor de siete millones de jóvenes. No obstante, hablar de jóvenes en condición de ninis no implica hablar de gente ociosa e improductiva. En el país y en América Latina y el Caribe, la realidad es otra.

En la región, 31% de los jóvenes que pertenece a este grupo busca trabajo (en su mayoría hombres), 64% se dedica a labores de cuidado de familiares (principalmente mujeres) y casi todos realizan labores domésticas o ayudan en los negocios de sus familias y solo 3% no realiza ninguna labor ni tiene una discapacidad que le impida estudiar o trabajar, de acuerdo con el estudio ‘Millennials en América Latina y el Caribe: ¿trabajar o estudiar?’, del BID,

Esta situación, de la mano del estigma que conlleva ser nini en el largo plazo, no solo tiene afectaciones en el mercado laboral, sino perpetua la disparidad de género y de ingresos de una generación a la siguiente, lo que quita las oportunidades de movilidad social y la reducción de la pobreza. Y en algunos contextos, está vinculado a la delincuencia y a la violencia, como en el caso de México, en donde el problema se agrava por el crimen organizado.

El documento del BID arroja que, en México, la realidad de los jóvenes se da en un contexto de limitado crecimiento económico, acompañado de altos niveles de pobreza y desigualdad. Por ejemplo, mientras que de 1992 a 2016, el PIB per cápita aumentó casi 20%, la pobreza se mantuvo prácticamente igual: el 53.1% de la población vivía en situación de pobreza en 1992, frente a 52.9% en 2016, mientras que el coeficiente de Gini se ha mantenido entre 0.44 y el 0.49 (entre más cerca de uno, mayor la concentración de ingresos)

Esta situación se traduce en una la alta deserción escolar, acceso reducido a la educación superior, opciones limitadas para la inserción laboral en condiciones de trabajo digno, y conductas potenciales de riesgo.

México tiene una tasa escolar del 57% para el grupo de edad de 15 a 19 años, mientras que en Chile o Brasil, las tasas son de 80% y el 69%, respectivamente. Asimismo, existe una alta incidencia de conductas de riesgo, entre las que destacan la frecuencia de embarazos en adolescentes.

En 2015 la tasa de fecundidad fue de 74 por cada 1,000 mujeres de entre 15 y 19 años, mientras que en la región de la Organización para el Crecimiento y Desarrollo Económicos (OCDE) es de 20.4

No son ociosos ni tiene las mismas oportunidades, el 13.4% tiene hijos y 4% se dedica al trabajo doméstico, la mayoría son mujeres (…)  Los padres que experimentaron menores opciones de  movilidad social o retrocesos socioeconómicos, en mayor proporción son padres de los ninis

comentó Rafael Novella, senior de la Unidad de Mercados Laborales y de Seguridad Social del BID.

En este sentido la OCDE indica que, las implicaciones económicas de no activar las habilidades de estos jóvenes en el mercado laboral son significativas y pueden llegar hasta 0.9% del Producto Interno Bruto (PIB).

Jóvenes construyendo el futuro

Una de las principales estrategias del presidente Andrés Manuel López Obrador es la del programa ‘Jóvenes construyendo el Futuro’ que pretende apoyar a 2.6 millones de jóvenes de entre 18 y 29 años con becas de 2,400 pesos mensuales a quienes estudien la licenciatura y 3,600 pesos a quienes quieran capacitarse para el trabajo.

El gobierno trabajará de la mano del sector privado, para lo cual ya cuenta con 230 empresas que darán esta capacitación y que al final de esta entregarán un certificado a los jóvenes para avalar su aprendizaje.

Marcelo de la Jara, director del Programa de Crecimiento Económico y Mercado Laboral en el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), dijo que si bien este programa es positivo porque busca sacar de la exclusión social a los jóvenes, su implementación puede ser precipitada y es poco congruente con la desigualdad de género.

“Creen que los hombres y mujeres tienen la misma disponibilidad para trabajar, además carece de un enfoque de movilidad social, esto es de articulación con políticas públicas que buscan igualar oportunidades a lo largo de su vida”, dijo De la Jara.

Por lo que recomendó atender la desigualdad de género, dado que gran parte de los jóvenes que no estudia ni trabaja en México son mujeres, así como blindar la estrategia para que se implemente gradualmente y no envíe a los jóvenes a empresas que no son adecuadas o informales.