El presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, tiene un problema: cómo explicar que el banco central pronto comenzará a disminuir sus operaciones para reducir activos sin que parezca que se está preparando para una próxima recesión o que cede a la presión del presidente Donald Trump.
Tal vez el líder del banco central estadounidense pensaba enfrentar esta cuestión más adelante en el año, pero ahora deberá atenderla mañana, cuando dé una conferencia de prensa tras el anuncio de la primera decisión de política monetaria de 2019.
Son tres los factores que obligan al banco central de Estados Unidos a enfrentar la posibilidad real de mantener más bonos de lo previsto originalmente: una escasez inesperada de reservas en las profundidades de Wall Street, la presión pública de inversionistas y de la Casa Blanca y la decisión de la Fed de reconsiderar sus alzas en las tasas de interés
“No se puede detener el ciclo de alzas de tasas sin hablar del balance general”, dijo Thomas Costerg, economista senior de Pictet Wealth Management en Ginebra, Suiza.
Un balance general más grande podría provocar una disminución generalizada de los costos de endeudamiento en los mercados y reducir el valor del dólar en el extranjero, aliviando las tensiones en los mercados emergentes.
También podría afectar el apetito de la Reserva Federal por la compra de bonos si es que se materializa una recesión en Estados Unidos.
Durante más de un año, la Fed ha recortado metódicamente su balance desde casi 4.5 billones a unos 4.1 billones de dólares, casi sin que se notara.
El mundo, en cambio, ha mantenido sus ojos puestos en una serie de alzas de las tasas de interés que -según los cuidadosos mensajes en las últimas semanas de los funcionarios de la Fed- podrían haber llegado a su fin.
Pero a fines del año pasado, conocidos inversionistas comenzaron a culpar al drenaje del balance de la Fed de la volatilidad del mercado, al que calificaron de “ajuste cuantitativo”, en contraposición a la “flexibilización cuantitativa” que emprendió la Fed durante la crisis financiera para reactivar la economía comprando bonos.
En diciembre, Trump insistió en el asunto tuiteando que el banco central no debería “cometer otro error” y “terminar con los 50 B”, en una referencia al máximo de 50,000 millones de dólares mensuales en bonos en que la Fed ha estado reduciendo su cartera, según un plan que comenzó en 2017.
El día siguiente al tuit de Trump, Powell dijo que la disminución seguía en “piloto automático”, tras lo cual el índice de acciones de Standard & Poor’s 500 tuvo su peor caída en 60 minutos en al menos un año.
Dos semanas después, cuando Powell enfatizó en que el plan era flexible, el índice anotó sus mejores 60 minutos en el mismo periodo.
El tuit de Trump expuso un dilema para la Reserva Federal: su plan de 2017 divorciaba la política monetaria del balance, pero los mercados ven una conexión fuerte.
Si la Reserva Federal se apega a su posición de evitar que el balance se convierta en una herramienta inmediata contra los altibajos económicos, Powell debe mantener el divorcio.
“No creo que vayan a detenerse”, dijo el director de inversiones de iSectors, Chuck Self. “Quieren bajarlo lo más posible sin complicar a la economía”, agregó.
El banco central se está acercando al punto en el que necesita ajustar el plan para su balance, no por el estado de la economía estadounidense, la cual se ve sólida, sino por los ajustes en los mercados a corto plazo.
A medida que la cartera ha disminuido, los bancos han recortado las reservas que mantienen en la Fed en cantidades aún mayores, lo que ejerce presión sobre la capacidad del banco para controlar la tasa de corto plazo, que usa para manejar su política monetaria.
En un posible anticipo del mensaje de Powell, el presidente de la Fed de Nueva York, John Williams, dijo el 18 de enero: “Si las circunstancias cambian, revisaré nuestras opciones de política monetaria, incluido el camino de normalización del balance. La dependencia de los datos se aplica a todo lo que hacemos”.