Sunny Arely Villa Juárez
Todas las personas que formamos parte de alguna comunidad hemos integrado implícitamente, a lo largo de la historia, un pacto social.
Las reglas sociales y de convivencia, las interacciones al interior de las familias y los lugares de trabajo, las relaciones de poder entre los gobiernos y la ciudadanía forman parte de ese pacto.
En este conjunto de acuerdos explícitos e implícitos se definen y distribuyen actividades como el trabajo remunerado y no remunerado, el pago de impuestos, el goce de servicios públicos, entre otros.
Ante una sociedad cambiante, el pacto social debe modificarse. Las relaciones y valoraciones de los hogares, el potencial productivo que representan las mujeres, el trabajo de cuidados, los desbalances intergeneracionales y el cambio climático, entre otras cosas, deben de ser visibilizados y formar parte de la deconstrucción del pacto social.
Para ello, es necesario que las relaciones históricamente asignadas se debatan para tener una nueva construcción intelectual donde se reconozcan las contradicciones y ambigüedades del pacto social vigente.
En ese sentido, para una sociedad más inclusiva y menos desigual es necesario que se compartan las responsabilidades y los riesgos de las decisiones públicas tomadas y por tomar.
Para que cada persona pueda alcanzar su máximo potencial, cada una debe contribuir tanto como pueda en beneficio de la colectividad (Shafik, 2021).
En tanto que el Estado, como administrador de los recursos públicos y representante los intereses de la población, deberá tener un rol más activo, transparente y democrático.
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Importancia de las labores domésticas
La pandemia por COVID-19 nos mostró el valor y la importancia del trabajo de cuidado. Las labores domésticas y de cuidado representaron el 26.5% del PIB en 2021. Tres cuartas partes de este valor fue generado por mujeres, según la cuenta satélite del trabajo no remunerado del Inegi.
Reconocer, revalorar, remunerar y redistribuir la carga de trabajo no remunerado debe formar parte del nuevo pacto social. Su impacto podría verse reflejado en la productividad formal, la reducción de las violencias de género, infantil e intrafamiliares que tienen otros efectos en la colectividad.
Compartir el trabajo de cuidado entre los sectores público, privado y social es en beneficio de las generaciones presentes y futuras.
Se requiere de un nuevo acuerdo desde el interior de los hogares, de las familias y la comunidad para compartir estas responsabilidades y riesgos que conllevan.
Los hogares son diversos; pueden ser unifamiliares y no necesariamente integrarse por papá, mamá e hijes. Pero, todas las personas requerimos cuidado en las diversas etapas de la vida.
La corresponsabilidad del cuidado entre los empleadores y los empleados deben ser parte del nuevo contrato social, por lo que es necesario que se impulsen políticas como la homologación y/o flexibilidad de horarios laborales y escolares, licencias parentales corresponsables, pago igual por trabajo igual, opciones de crecimiento en el mercado laboral, etc.
Tenemos la oportunidad de reconocer y aprovechar el valor de la fuerza laboral potencial que representan el 46.2% de las mujeres en México que forman parte de la fuerza laboral. Necesitamos incrementar la productividad del país.
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Nuevos acuerdos para la sostenibilidad
Por otro lado, ante el cambio demográfico y el irreversible cambio climático, resultan indispensables nuevos acuerdos para la sostenibilidad.
Debemos invertir más y mejor en la primera infancia ya que es la etapa más rentable del ciclo de vida. Asimismo, las personas adultas mayores merecen una vida digna.
Actualmente, el presupuesto público para el programa Pensión para el Bienestar de las Personas Adultas Mayores es 14 veces más que lo que se destina al cuidado de la primera infancia; aun así, se requiere de políticas para que el incremento en la esperanza de vida se convierta en años de vida digna y productiva.
En lo que se refiere al cambio climático, resulta imperante impulsar mejores inversiones tanto públicas como privadas que sean amables con el medio ambiente y sustentables en el largo plazo.
Para una mejor sociedad necesitamos deconstruirnos y tener un nuevo pacto social. Los arreglos intergeneracionales con enfoque de igualdad serán determinantes.
Para ello debemos debatir en las esferas privadas y públicas cómo revalorar, remunerar, y redistribuir el trabajo de cuidado para beneficio de todas y de todos; cómo orientar en mayor medida la inversión pública hacia la primera infancia para impulsar el desarrollo en el largo plazo sin descuidar a los adultos mayores.
También en cómo aprovechar de manera colectiva los años extra de vida; cómo corresponsabilizarnos de las personas, las comunidades, las empresas y los gobiernos en el nuevo pacto social y cómo garantizamos que los recursos públicos se integren en un sistema fiscal sostenible al tiempo que cuidamos de la permanencia de la vida en el planeta.
Todas las personas debemos participar de la imperante deconstrucción del pacto social.
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