Existen pocas situaciones tan angustiantes para una persona financieramente responsable como ver que a pesar de pagar cada mes lo más que puede, el saldo de las tarjetas de crédito se abulta hasta que se vuelve impagable.
Llega entonces el punto en el que la situación se da por perdida “y que sea lo que Dios quiera”.
Empieza un incesante y cada vez más agresivo acoso telefónico, primero por parte del mismo banco y después de una serie de despachos de cobranza que no escatiman hipocresía ni manipulación a la hora de exprimir al deudor.
El acoso de los despachos de cobranza
Ese “amable cuentahabiente”, al que hasta hace poco trataban con algodones para otorgarle una tarjeta de crédito con tasas de interés usureras y que ahora, a pesar de haber pagado ya una y media veces lo que le prestaron, se transforma rápidamente en un “jodido” al que los implacables cobradores amenazan con embargos judiciales improcedentes, con ir a su casa “acompañados de la policía” y con comunicarle a sus familiares y amigos que “es un muerto de hambre”.
Lo primero que debe saber quien enfrenta esta clase de tormenta es que los bancos no negocian con sus deudores, ni aceptan pagos “con quita”, es decir, un acuerdo formal para reducir la deuda.
Te puede interesar: Alzas moderadas en la tasa de interés, el debate que sigue vivo
Por el contrario, si dejas de pagar tu tarjeta de crédito por tres meses consecutivos, la institución bancaria mandará inmediatamente tu cuenta a cartera vencida, dando el crédito por perdido y levantando un reporte ante las empresas de buró de crédito, el cual ya no se puede borrar.
Para recuperar aunque sea algo, el banco vende posteriormente los derechos de cobro de esa cartera vencida a diversos despachos de cobranza, que se aprovechan de la falta de regulación y del desconocimiento generalizado para presionar a los deudores a que les paguen el máximo posible, a sabiendas de que ni siquiera liquidando la deuda por completo podrán recuperar su calificación crediticia.
Paso 1: comprar tu libertad crediticia
Si acaso, el afectado podrá comprar un documento que dice que pagó alguna cantidad, pero que no sirve para absolutamente nada al momento de solicitar un nuevo crédito, y cuya única ventaja tangible es la nada despreciable tranquilidad de que ya no estén molestando por teléfono a toda hora.
Lee también: ¿Es momento de comprar casa o invertir en bolsa?
Ese es el primer paso para arreglar este tipo de enredos, el cual implica una especie de pequeña justicia poética.
Ofrecer un pago por una cantidad mínima cada vez que le llamen y jugar a ver qué es lo más bajo que pueden aceptar, siempre con el entendido de que la famosa “carta de liberación” que ofrecen no vale ya ni el papel en el que está escrita.
Paso 2: las tarjetas de crédito garantizadas, ¿qué son?
Una vez con ese documento en la mano, y si lo que se quiere es “reparar” el historial crediticio, la opción más barata es buscar una tarjeta de crédito garantizada.
Banregio, Banbajío y Scotiabank ofrecen este tipo de instrumento, mediante el cual se deja un depósito en garantía a cambio de una nueva línea de crédito por un monto menor al empeñado. De esta manera cada pago puntual a la tarjeta ayudará a mejorar, muy lentamente, la calificación del afectado en el buró de crédito.
También lee: Nexo y Mastercard lanzan primera tarjeta de crédito respaldada por criptomonedas
Cuidado con los arregla deudas
Existen empresas, como Resuelve tu Deuda, que acompañan a los deudores en este proceso, pero cobran comisiones abusivas bajo el pretexto de “aprender a ahorrar”, y en lugar de utilizar tarjetas de crédito garantizadas le cargan al cliente un préstamo no bancario con una tasa de interés apenas menor a la de la deuda que lo hizo llegar hasta ese punto en primer lugar.
Todo para, paso a paso y con mucha paciencia, poder volver a ser sujeto de crédito. Porque tanto en la vida como en las finanzas la confianza es un delicado florero de cristal que una vez roto, y sin importar cuánto dinero se le eche después al asunto, nunca vuelve a quedar igual.