A lo largo de 2022 el peso mexicano ha sido noticia por la sorpresiva fortaleza relativa frente al dólar. Sorprende porque en un escenario de alzas de tasas de interés en Estados Unidos, podría esperarse una presión sobre la moneda mexicana. En lo que va del año, se ha apreciado 2.4%.
Aunque las consecuencias son similares, la recesión económica de 2008 es muy distinta a las crisis de 2020 por la pandemia o la actual expectativa de recesión para 2023 por el endurecimiento monetario para controlar la inflación. Sobre todo, por su origen.
Buscar anticipar comportamientos de variables económicas y financieras en una eventual recesión en 2023 utilizando como referencia resultados ocurridos en la crisis de 2008, puede llevarnos a resultados inadecuados.
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El gran elemento detrás que explica este comportamiento favorable es la postura monetaria relativa entre Banxico y la Fed, que en épocas como la actual en que prácticamente ninguna inversión otorga ganancias, orilla a los operadores a beneficiarse del carry-trade.
Se trata de una estrategia utilizada en el mercado de compraventa de divisas por la que un inversionista vende una cierta divisa con una tasa de interés relativamente baja, en este caso, dólares, y compra otra diferente con una tasa de interés más alta (peso mexicano).
Es una forma de arbitraje que está diseñado para explotar el resultado de diferencias entre las tasas de interés de los bancos centrales.
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Tasa real, clave para la paridad peso-dólar
A diferencia de la crisis de 2008, actualmente la tasa de interés real en EU es negativa. Algo que no sucedía desde finales de los 70. Esto es un elemento muy importante a la hora de tratar de anticipar el comportamiento en el mediano plazo del peso.
La Fed continuará con su endurecimiento monetario, pero no de forma ilimitada ya que se espera que en determinado momento de 2023 su tasa de fondeo alcance un nivel máximo, quizá 5.0%.
La expectativa no es un continuo acelere en el ritmo de alzas de tasas, siempre y cuando la inflación lo permita.
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Incluso, en cuanto la Fed detenga su endurecimiento monetario o se consolide una moderación en el ritmo de alzas de tasas, podríamos observar episodios de ganancias en activos riesgosos, a pesar del riesgo de recesión.
Esta “ventaja” actual en diferencial de tasas entre los dos países se puede desvanecer pronto. O por decirlo en otras palabras, en determinado momento en EU la tasa real de interés será positiva por lo que provocaría un sesgo robusto hacia activos denominados en dólares. Esto puede suceder tan pronto como después del primer trimestre del año.
¿Inminente depreciación?
Así, es de esperarse que la presión sobre el peso mexicano regrese en 2023.
¿Hasta qué nivel? Es difícil pronosticar, pero si el balance de riesgos no se deteriora de forma significativa estaríamos observando retrocesos cercanos al 6.0% en la moneda para finales del próximo año. Esto es, niveles de $21.30 spot. En un escenario negativo la caída sería de 10% a $22.20 spot.
Estos números pueden variar. El escenario es muy incierto y lo único en lo que coincidimos la mayoría de los analistas es que la tendencia es de depreciación para los próximos años.
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Durante la gran crisis de la pandemia, en sus peores momentos de marzo de 2020, la moneda mexicana se depreció alrededor de 25%. Sin embargo, en tres meses esa caída ya era de solo 15% y para diciembre de ese año el retroceso del peso era de solo 6.5%.
Por el momento no luce inminente una depreciación de 20% en el peso mexicano, esto es, es muy poco probable que se ubique en $24.0 en los próximos meses. No se puede descartar, pero las condiciones financieras actuales parecen dejar fuera esa posibilidad.