Con el objetivo de enfrentar el impacto económico del COVID-19, las firmas con grado de inversión han tomado sus medidas en los mercados bursátiles: emitir bonos de deuda para hacerse de efectivo, pese a tener que asumir mayores costos de financiamiento.
Por ejemplo, Berkshire Hathaway emitió un bono a 10 años por 500 millones de dólares el 4 de marzo, con un rendimiento de 0.9%, por encima de los rendimientos del Tesoro estadounidense.
La semana pasada, su subsidiaria energética vendió 1,100 millones de deuda a 10 años a una tasa de interés del 2.85% por encima de los bonos del Tesoro.
Durante marzo, el monto de la emisión mundial de bonos corporativos de firmas con grado de inversión aumentó a 244,000 millones de dólares, el más alto desde septiembre de 2019 cuando la emisión fue de 252,000 millones de dólares, de acuerdo con datos de Dealogic.
Tan solo en Estados Unidos, la emisión de bonos corporativos asciende a 150,000 millones de dólares, mientras en Europa la cifra es de 28,000 millones, en lo que va de marzo.
Entre estas firmas emisoras están Berkshire Hathaway, de Warren Buffett; Disney, y Pfizer, según el Financial Times.
La cifra aumenta a 408,000 millones de dólares con la venta de bonos de bancos, como Wells Fargo y Goldman Sachs, según datos de Refinitiv.
¿Por qué lo hacen?
Las compañías aceleraron su emisión de bonos luego de las medidas anunciadas por bancos centrales para suavizar el impacto de la pandemia.
Por ejemplo, la Reserva Federal de EU (Fed) informó que compraría bonos corporativos, lo que ha provocado que muchas compañías entren en una carrera por obtener efectivo.
“La gente quiere construir un colchón para la incertidumbre económica”, dijo al FT el titular de mercados de capital con grado de inversión de Bank of America, Andrew Karp.
Los analistas advierten que a pesar de que las compañías con calificaciones más altas refuerzan sus reservas de efectivo, el aumento de los impagos corporativos aún podría rebotar en la economía.
El viernes, la agencia calificadora Moody’s informó que si los paros en compañías se suspenden de manera rápida, la tasa de incumplimiento global sería de 6.5%, pero ante un escenario más adverso, con los cierres extendiéndose hasta la segunda mitad del año, la tasa de impago llegaría hasta 18.3%, mayor a los niveles de la crisis de 2008.