Todavía en noviembre del año pasado, el presidente del Banco Central Europeo (BCE), Mario Draghi, dejó entrever que, pese al debilitamiento de la economía global, la entidad a su cargo mantendría la normalización de su política monetaria. Cinco meses después, al banquero central se le desalinearon las estrellas.
El miércoles, el BCE decidió mantener su tasa de interés sin cambios en 0% y reiteró que no espera subirla hasta finales de este año o en 2020.
Los recortes a las proyecciones de crecimiento económico del Fondo Monetario Internacional, así como las tensiones por el Brexit, el escenario recesivo que se dibuja para Alemania e Italia y los elevados niveles de deuda pública de los países europeos han dejado a Draghi sin opción.
El italiano concluirá su cargo como presidente del BCE en octubre próximo y muy probablemente dejará el segundo banco central más poderoso del mundo sin poder haber encaminado la política monetaria hacia una más pronta normalización tras una serie de crisis que comenzaron en 2008.
El BCE no siguió a la Reserva Federal (Fed) cuando a finales del 2015 aumentó, por primera vez en 10 años, su tasa de interés a un rango de entre 0.25% y 0.50%. Desde entonces, el banco central estadounidense lo ha hecho ocho veces más para dejar su tasa de referencia en los niveles precrisis, en un rango 2.25% y 2.5%.
“Cuando Estados Unidos inició su proceso de definición de tasa de interés, y sobre todo el proceso de recompra de activos (quantitive easing), el BCE no lo hizo a la par. Con el paso del tiempo, Europa acabó pagando sus consecuencias porque Estados Unidos creció a un ritmo mucho mayor”, explicó el gerente de Estrategias de Inversión en CI Banco, Édgar Arenas.
De acuerdo con el especialista, al ser un banco central que aglutina diferentes economías, la toma de decisiones se vuelve muy burocrática. “En Estados Unidos o México es mucho más eficiente y rápido que tratar de tomar la decisión que conlleva todo un continente o al menos a la mayor parte de uno”, agregó.
Uno de los motivos principales de la decisión de no aumentar las tasas de interés del BCE es que Alemania, la principal economía de Europa, podría enfrentar una recesión.
Por si fuera poco, el presidente Donald Trump amenazó la semana pasada con imponer aranceles a productos de la Unión Europea por un valor de 11,000 millones de dólares, lo que se suma a la incertidumbre que generan las tensiones comerciales con China.
“Ciertamente esto socava la confianza en general”, reconoció Draghi sobre las amenazas de Trump.
El Fondo Monetario Internacional advirtió también que la economía mundial se está desacelerando más de lo previsto y que esto podría llevar a los líderes mundiales a coordinar estímulos. La economía alemana recortó a 0.8% su expectativa de crecimiento este año, desde 1.3% proyectado en enero. Para la zona euro, se espera un crecimiento del PIB de 1.3% en 2019, frente al 1.6% previsto a inicios del año.
En conferencia de prensa tras dejar sin cambios la tasa de interés, Draghi ofreció pocos detalles sobre medidas de estímulo específicas que podría tomar el BCE, pero consideró que existen más riesgos para la economía debido a las disputas comerciales globales.
“Los datos recientes siguen siendo débiles, especialmente en el sector de manufacturas (…) Se espera que el menor impulso al crecimiento se extienda durante el año”, declaró.
Se espera que el BCE anuncie un nuevo estímulo monetario a partir de junio, el cual incluya mejores términos en los préstamos para la banca comercial.
“¿Qué puede hacer el BCE? Inyectar dinero a través de la recompra de activos. Darle ese dinero a la banca comercial y que luego llegue al consumidor”, comentó el analista de CI Banco.
Si no llega una recesión a Europa, como lo prevé Draghi, la gran pregunta será cuándo habrán suficientes garantías como para hacer efectiva la subida de tasas y no morir en el intento.
“Estamos en una curva de aprendizaje y seguramente, si hay una nueva recesión, va a ser muy diferente a la que tuvimos hace diez años”, concluyó Arenas.