¿Modificaste el tono de tus publicaciones en Twitter o Facebook? ¿Ahora hablas más con el conductor de Uber, a cambio de una mejor calificación? ¿Te preocupas por la reputación que tienes como vendedor en Mercado Libre?

Si tu respuesta fue afirmativa a más de una de las preguntas anteriores, la tecnología ha modificado tu comportamiento y quizá no te has dado cuenta. 

La forma más clara de mostrar este cambio está en el uso que haces de Uber, por ejemplo.

En la aplicación, las personas son calificadas por quienes conducen y viceversa. La firma fundada por Travis Kalanick planteó este mecanismo para generar mayor confianza entre quienes manejan y son transportados.

Pero además de generar confianza también provoca una alteración en el comportamiento de los usuarios. El impacto en el comportamiento también se evidencia en las redes sociales.

Por ejemplo, hay bancos que de acuerdo a la reputación que una persona tiene en Facebook o Twitter deciden si le otorgan o no un crédito. Credilikeme ya lo hace de esta manera.

De acuerdo con el artículo ‘Te están stalkeando para darte un valor’, del proyecto Chupadatos, realizado por la organización Coding Rights, el sistema financiero se alimenta de información que los usuarios ni se imaginan para construir su reputación.

Un ejemplo es la verificación de los perfiles en las redes sociales, el historial del uso de la tarjeta de crédito, opciones de pago preferidas, historial de compras, la institución en donde estudiaron y el lugar en el que trabajan. Todo lo anterior para conocer cuál es la probabilidad de que la persona no pague sus deudas.

Crédito social ‘made in China’

En China, el parámetro de calificar a las personas incrementó al grado de que el gobierno construye actualmente un “sistema de crédito social” a través del cual mide el comportamiento de cada uno de sus más de 1,386 millones de ciudadanos para registrarlo en una especie de ranking de confianza.

Para el 2020, todos estarán incluidos de forma obligatoria en una enorme base de datos nacional en la que cada uno recibirá un puntaje en función de sus conductas. Si te sientes en un capítulo de la serie Black Mirror, no estás solo. 

En 2017, según la BBC, el proyecto piloto inició con la plataforma de compras online más grande del mundo, Sesame Credit, el ala financiera de Alibaba.

Esta plataforma usa su base de datos de consumidores para crear rankings de ‘crédito social’ individuales. Sesame califica las transacciones financieras en línea de quienes usan el sistema de pago de Alibaba.

Títeres de la tecnología

Estrella Soria, consultora y promotora para la protección de la información y coautora de la currícula de seguridad digital CiberMujeres y de la publicación “Hacks de Vida”, plantea que los criterios de evaluación para un crédito o para arrendar un espacio siempre han existido, aunque eran mucho más diversos y tenían que ver con las personas que te conocían.

Señala que ahora las compañías condicionan el tipo de consumidor que quieren.  

Si eso llega a trastocar el lenguaje y cómo te comportas, es grave. Si las decisiones de esos criterios te hacen decir lo que está socialmente aceptado, que te comportes como es socialmente aceptado, ese es el gran riesgo,

Estrella Soria, consultora.

Otra pregunta que deberás responder es la de cuántas veces te viste impulsado a comprar algo, gracias a los anuncios de Facebook. 

Anuncio de Nike en Facebook.

La red social muestra anuncios relacionados en función de los ‘Likes’, contactos y publicaciones en los que las personas proyectan abiertamente sus intereses.

Las interacciones de más de 2,700 millones de usuarios, que pasan alrededor de 20 minutos o más por día dando un ‘Me gusta’, comentando y viendo contenido, son rastreadas y explotadas por algoritmos. De ahí el valor de la compañía de Mark Zuckerberg.

Google funciona de manera similar. A través de las búsquedas en Chrome se crea un rastro de la navegación, así como de la información del dispositivo desde el cual se establece la conexión a internet.

Soria señala que con el tiempo se reconoce que la información que aportan nuestros dispositivos o nuestra actividad en línea puede servir para perfilar y mejorar los productos digitales.

Natasha Felizi y Joana Varon explican en la introducción del proyecto Chupadatos que los conceptos de Big Data, ciudades inteligentes e Internet de las cosas han provocado que se perciba a la abundancia de datos -sumada a la alta capacidad de procesamiento de computadoras con algoritmos inteligentes- como una posibilidad de mayor eficiencia en ventas, en la economía, en mejorar la movilidad y la protección del medioambiente.

Esto con la creencia de que ayudará a garantizar la seguridad, salud y la solución a más problemas que se enfrentan en distintos territorios.

Aunque no existe la certeza sobre cómo se está dando tratamiento a los datos y a qué intereses sirven.

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