La dicotomía entre “política” y “técnica”, que se radicalizó en el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, parece tener los días contados. Su virtual sucesora, Claudia Sheinbaum, ha elegido una corte de funcionarios con probadas calificaciones académicas, encima de las virtudes puramente políticas. 

En el arranque del presente sexenio, López Obrador incorporó en su gabinete a siete funcionarios egresados de prestigiosas universidades de México y el extranjero, algunos de los cuales también fungieron como secretarios de Estado en otros gobiernos.

Sin embargo, el presidente marginó a estos perfiles, y con el paso del tiempo priorizó las lealtades políticas sobre la expertise académica y técnica. 

La purga de los “científicos” comenzó en julio de 2019, cuando Carlos Urzúa, entonces secretario de Hacienda y Crédito Público, abandonó el gobierno y denunció “decisiones de política pública sin el suficiente sustento”.

En respuesta, el mandatario le acusó de presentar un Plan Nacional de Desarrollo (PND) con “inercia neoliberal”, como si lo “hubiese hecho (Agustín) Carstens o (José Antonio) Meade”. 

Pocas semanas después, lanzó una lapidaria frase que marcó el resto de su mandato: 

Andrés Manuel López Obrador, sobre la conformación del gabinete

Como resultado, el gobierno de la “Cuarta Transformación” promovió la desprofesionalización y radicalización en diversas carteras gubernamentales: “Se está por la honestidad y por limpiar a México de corrupción o se apuesta por mantener los privilegios de unos cuantos”, insistió el presidente. 

EL CEO analizó la trayectoria académica de los 214 funcionarios que han pasado por las secretarías de Estado, desde el gobierno de Carlos Salinas de Gortari hasta la administración de López Obrador.

El análisis arrojó que el virtual gobierno de Sheinbaum buscaría romper con la dicotomía ciencia/técnica vs. política, aunque con un importante cambio de paradigma: el ascenso de la tecnocracia progresista. 

Claudia Sheinbaum, ¿ciencia para el gobierno?

A diferencia de su antecesor, la virtual presidenta electa -una científica con un doctorado en ingeniería ambiental por la Universidad de California- priorizaría la profesionalización en la administración pública, de acuerdo con el análisis elaborado por EL CEO

En las primeras dos entregas de nombramientos, Claudia Sheinbaum ha presentado un gabinete con perfiles de altas calificaciones académicas, e identificados –al mismo tiempo– con ideas de “izquierda” o “progresistas”.

De acuerdo con una revisión de los currículums de los funcionarios, nueve de ellos cuentan con al menos un posgrado, ya sea con una maestría, especialidad, doctorado e incluso posdoctorado, el nivel más alto en la educación superior.

La revisión de sus trayectorias sugiere que, con ese grupo, Sheinbaum buscaría diseñar la política pública a partir de evidencia científica; y no viceversa –el dominio de los “otros datos”– como sucedió en el presente sexenio.  

Se crea la “Secretaría de la ciencia”

Dos casos resultan sintomáticos: 1) la aparición de la nueva Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación, que elevaría al grado de secretaría de Estado al actual Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt);  2) la creación de la  Agencia de Transformación Digital y Telecomunicaciones (ATDT).

Al frente de la secretaría que reemplazará al Conahcyt, la virtual presidenta electa eligió a Rosaura Ruiz, científica que realizó estudios de licenciatura, maestría y doctorado en Biología en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), además de una estancia postdoctoral en la Universidad de Irvine en California. 

Previamente, el Congreso de la Unión allanó el camino para transformar el Conahcyt en una secretaría de Estado con la aprobación de la Ley General en materia de Humanidades, Ciencias, Tecnologías e Innovación (LGHCTI), promulgada en mayo de 2023. 

Claudia Sheinbaum también eligió a José Antonio Peña Merino para encabezar la ATDT, una institución nueva que buscaría centralizar y procesar datos de varias instituciones de gobierno, a fin de someter a un análisis su desempeño y/o necesidades. 

Doctor en Ciencia Política por la Universidad de Nueva York (NYU), Peña Merino se especializó en economía política y metodología cuantitativa y desde 2018 ha sido un incondicional de la ahora presidenta electa.

Entre 2018 y 2023, Merino –quien también se dice “experto en el análisis de datos”– lideró la Agencia Digital de Innovación Pública (ADIP); reconocida tanto por sus novedosas intervenciones en política pública, pero también sumamente polémica por su intervención en el uso de ivermectina para tratar los síntomas del covid-19. 

A diferencia de otros sexenios, donde los perfiles altamente calificados a menudo fueron ubicados en posiciones para el diseño de la política económica –casi siempre a favor de reformas de mercado–, los funcionarios propuestos por Sheinbaum retomarían la “ciencia” y la “técnicas” para nutrir otras funciones del gobierno.

Gabinete de Claudia Sheinbaum

Claudia Sheinbaum, ¿ciencia “no neoliberal”?

La lucha contra la “tecnocracia neoliberal” terminó por debilitar el papel de las ciencias y la técnica en materia de política pública; la misma Álvarez-Buylla, actual titular del Conahcyt, redujo la discusión a la caricatura de la “ciencia neoliberal”.

Sin un claro paradigma de ciencia vinculado a la “Cuarta Transformación”, Claudia Sheinbaum hoy apuesta por reconstruir los puentes entre la técnica y la política, aunque el desenlace aún resulta incierto.

Varios casos merecen atención: 

Tras la contundente victoria de Morena y sus aliados en las elecciones del 2 de junio y la posibilidad de aprobar una sustancial reforma al Poder Judicial, los mercados financieros demandaron la primera decisión importante de la “transición”: ratificar a Rogelio Ramírez de la O como secretario de Hacienda.

De la O es un economista formado en Cambridge, un histórico semillero para keynesianos y neokeynesianos; escuela que representó la principal oposición al pensamiento económico instruido en diversas universidades estadounidenses como Chicago, Stanford y Virginia durante la segunda mitad del siglo XX.

David Kershenobich, secretario de Salud elegido por Sheinbaum, posee un amplio currículum académico en la UNAM y un doctorado por la London University. Kershenobich tomó distancia con la presente administración en su nombramiento, al asegurar que “México no precisamente tendrá un sistema de salud como el de Dinamarca”.

Claudia Sheinbaum también nombró a Julio Berdegué Sacristán al frente de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader). El nuevo titular de dicha dependencia es ingeniero agrónomo egresado de la Universidad de Arizona; además de que posee una maestría y dos doctorados en los Estados Unidos.

En el gabinete de Sheinbaum también se presentaron perfiles que, aunque no cuentan con un doctorado o un grado superior, han estudiado –al menos– una maestría y/o cuentan con amplios conocimientos técnicos en las materias a su cargo

Destaca el nombramiento de Marcelo Ebrard para la Secretaría de Economía, quien en 1994 participó en la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) como subsecretario de Relaciones Exteriores; y en 2020 participó en la firma del nuevo Tratado entre Estados Unidos, México y Canadá (T-MEC), fungiendo entonces como Canciller y negociador. 

Hoy, Ebrard Casaubón tiene el reto de lograr consolidar dicho tratado comercial en 2026 y enfrentar los posibles desaires de Donald Trump, en caso de que el republicano gane las elecciones presidenciales de este año.

En la lista también destaca Alicia Bárcena en la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), considerada como una de las principales impulsoras de la Agenda 2030. Previamente encabezó la secretaría Ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), que entre la década de 1960 a 1980 se opuso a la escuela monetarista promovida por el economista Milton Friedman y la Escuela de Chicago. 

La lista de funcionarios con algún posgrado la completan Luz Elena González Escobar (Secretaría de Energía), Raquel Buenrsotro Sánchez (Secretaría de la Función Pública), Jesús Antonio Esteva Medina (Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes), Omar García Harfuch (Secretaría de Seguridad Ciudadana) y Mario Delgado (Secretaría de Educación Pública). 

Aunque los dos últimos cuentan con una trayectoria más política que científica.

El salinismo, punto de inflexión

En la presente administración federal, el presidente López Obrador buscó romper con una tradición no escrita, vinculada al ascenso de economistas neoclásicos que supuso el ascenso de Carlos Salinas de Gortari.

Dicho expresidente impuso a jóvenes economistas en la SHCP y el Banco de México, altamente calificados con doctorados en economía, quienes transformaron al país mediante reformas de libre mercado y la firma del TLCAN. 

Aunque López Obrador no rompió radicalmente con este paradigma, la rotación de funcionarios también terminó por desprofesionalizar el servicio público, principalmente en materia económica y política.

Salinas de Gortari ascendió al poder en 1988, y sorprendió al país cuando impuso a una nueva generación de funcionarios con altos estudios en universidades estadounidenses. Provenientes, principalmente, de la Ivy League: Yale, Harvard y Princeton.

Aunque también de otras instituciones educativas como el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), Stanford y Chicago. 

Si bien las grandes calificaciones académicas no estuvieron presentes en toda su administración, ese pequeño núcleo sí formó parte de las principales instituciones que López Obrador ha criticado durante su carrera política: los “tecnócratas neoliberales”

Ese pequeño núcleo dominó las secretarías de Hacienda, Programación y Presupuesto (después fusionada con Hacienda), la de Comercio y Fomento Industrial (hoy la Secretaría de Economía) y el Banco de México.

Grupo en el que destacaron personajes como Pedro Aspe Armella, Ernesto Zedillo, Rogelio Gasca Neri, Guillermo Ortiz, Francisco Gil Díaz, Jaime Serra Puche y Miguel Mancera Aguayo.  

Aspe Armella y Serra Puche, por ejemplo, dos funcionarios a quienes se les señala por su participación intelectual en múltiples privatizaciones, reformas estructurales y la firma de convenios comerciales bilaterales o multilaterales, poseen doctorados en el MIT y Yale.

Instituciones académicas dominadas por la tradición de pensamiento neoclásico, aunque con vínculos no formales con la Escuela de Chicago y Virginia. 

Esta red de funcionarios no solo impuso reformas vitales en la actual política económica del país. Igualmente, promovieron tradiciones burocráticas incrustadas en sucesivos gobiernos mexicanos –al menos– hasta 2018. 

Ernesto Zedillo

La selección de funcionarios altamente calificados continuó en el sexenio de Ernesto Zedillo, para hacer frente a las afectaciones económicas que provocó el “error de diciembre”.

La crisis del año 1994 forzó la renuncia de Serra Puche, entonces Secretario de Hacienda, y reafirmó la lealtad de otros funcionarios vinculados al salinismo.

Zedillo, por ejemplo, eligió a José Ángel Gurría, educado en la UNAM, la Universidad de Leeds en Inglaterra y con un doctorado por la Universidad de Harvard, para encabezar, primero la Secretaría de Relaciones Exteriores y luego la Secretaría de Hacienda.

En la última, también pasó Guillermo Ortiz Martínez, doctorado en la Universidad de Stanford, quien también ocupó la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT) y el Banco de México (Banxico).

Al frente de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), el exmandatario propuso, al final de su administración, a Carlos Manuel Jarque Uribe, quien contaba con una maestría por la London School of Economics (LSE), ligada al pensamiento de Friedrich von Hayek y el economista inglés Lionel Robbins.

Como secretario de Energía, Zedillo nombró a Luis Téllez Kuenzler, licenciado por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) –donde hicieron sus primeros estudios los tecnócratas de la época–, con un doctorado en Economía por el MIT, como lo había hecho su maestro Pedro Aspe. 

Vicente Fox

Tras la transición democrática del 2000, Fox optó por mantener perfiles ligados a la “tecnocracia” en secretarías prioritarias. Destacó el nombramiento de Francisco Gil Díaz en Hacienda, egresado del ITAM, con un doctorado por la Universidad de Chicago.

El expresidente nombró a Víctor Lichtinger Waisman –doctor por Stanford– en la titularidad de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales.

Entre los perfiles con las mayores credenciales académicas, también figuraba Luis Ernesto Derbez (Economía y Relaciones Exteriores), con maestría por la Universidad de Oregón y doctorado en la Universidad Estatal de Iowa.

Así como el científico Reyes Tamez Guerra, doctorado en el Instituto Politécnico Nacional (IPN) y un postdoctorado en el Instituto de Cancerología e Inmunogenética de Villejuif, Francia.

Aunque Vicente Fox prometió sacar al PRI de los Pinos, con el nombramiento de Gil Díaz –quien hasta la fecha ostenta ser alumno de Milton Friedman y Arnold Harberger, de Chicago– en realidad reafirmó el dominio de la corte salinista al frente de las finanzas públicas mexicanas.

Un proceso que recibió el aval del gobierno de Estados Unidos, y principalmente, de la administración de George W. Bush

Felipe Calderón 

El expresidente Calderón Hinojosa promovió dos tipos de funcionarios con alta especialización técnica: por una parte, los perfiles formados en economía por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM), así como aquellos surgidos de la Escuela Libre de Derecho. 

En ambas instituciones, curiosamente, el mandatario estudió la licenciatura y una especialización en economía. En ambas, las ideas de “libre mercado” dominaron a través de personajes como Gil Díaz y Luis Pazos. 

Calderón también ubicó a tres de los personajes con las más altas credenciales académicas, al frente de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP): Agustín Carstens, Ernesto Cordero Arroyo y José Antonio Meade Kuribreña.

Los tres por igual, con grados de doctorado en economía, por las universidades de Chicago, Pennsylvania y Yale, respectivamente, quienes, además, pasaron en algún momento de sus carreras por las aulas del ITAM.

Al frente de la Secretaría de Economía, por último, prefirió nuevamente a perfiles vinculados al ITAM y algún tipo de doctorado en economía: Georgina Kessel, ligada a la Universidad de Columbia y Meade Kuribreña, vinculado a Yale.

En tanto que en la Secretaría de Economía, nombró a Eduardo Sojo-Garza Arizpe, doctorado en la universidad de Pennsylvania, y Bruno Ferrari García Alba, doctorado en derecho por el Centro Académico Romano de la Santa Cruz.

Enrique Peña Nieto

El gabinete de Enrique Peña Nieto –aún con las constantes rotaciones– fue uno de las más “especializados” en materia económica de las últimas tres décadas.

Los nuevos ITAM boys, liderados por Luis Videgaray Caso (con un doctorado por el MIT) y José Antonio Meade Kuribreña, dominaron las finanzas públicas y también la política exterior.

En Economía, el mandatario mexiquense también colocó a Ildefonso Guajardo Villarreal, quien tuvo como principal encomienda liderar las negociaciones relacionadas con el T-MEC.

Guajardo es licenciado en Economía por la Universidad Autónoma de Nuevo León y cursó el doctorado en Finanzas Públicas en la Universidad de Pennsylvania.

Peña Nieto, además, llamó a una parte de la “vieja” élite burocrática del salinismo. Para la secretaría de Energía, por ejemplo, eligió a Pedro Joaquín Coldwell, funcionario que, si bien nunca hizo estudios de posgrado, fue titular de la secretaría de Turismo entre 1990 y 1993.

Gabinete de Enrique Peña Nieto

AMLO, la separación de Claudia Sheinbaum

En antelación a su victoria en las elecciones presidenciales de 2018, López Obrador propuso en su gabinete a siete “científicos” y políticos que contaban con al menos un doctorado hasta ese momento. En la lista aparecieron:

  • Carlos Urzúa Macías para Hacienda;
  • Alfonso Durazo Montaño para la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana;
  • Graciela Márquez Colin para la Secretaría de Economía;
  • Víctor Villalobos Arámbula en la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural;
  • Javier Jiménez Espriú en la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes;
  • Irma Eréndira Sandoval al frente de la Secretaría de la Función Pública;
  • Jorge Alcocer Varela en la Secretaría de Salud.

De estos, solo Víctor Villalobos Arámbula continúa en la secretaría a su cargo. 

En varias dependencias, López Obrador optó por nombrar a personas que fueron leales con su causa desde que fue el líder de la oposición a los gobiernos de Fox, Calderón y Peña Nieto, pero de los cuales, no existen certezas de sus capacidades técnicas y científicas.

Por ejemplo: 

Actualmente, la secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana está a cargo de Rosa Icela Rodríguez (quien será la secretaria de Gobernación de Claudia Sheinbaum), una periodista de formación, egresada de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García.

Irma Eréndira Sandoval, quien sería la encargada de combatir la corrupción de los gobiernos “neoliberales”, salió de la Secretaría de la Función Pública en 2021, en medio de señalamientos por su presunta intervención en la elección de Guerrero.

En su lugar entró Roberto Salcedo Aquino, cuyo currículum detalla que sólo finalizó la licenciatura en Ciencias Políticas y Administración Pública en la UNAM.

El mismo problema se repitió en la SICT, actualmente encabezada por Jorge Nuño Lara, funcionario que compartió aulas en el ITAM con varios funcionarios de Calderón y Peña Nieto, pero que a diferencia de dichos personajes, no cursó estudios de posgrado en México o el extranjero.

La “desprofesionalización”, no obstante, ha sido más visible en otras secretarías. 

Entre 2020 y 2022, Javier May –hoy virtual gobernador del estado de Tabasco– estuvo al frente de la Secretaría del Bienestar. De acuerdo con una revisión de la documentación presentada ante la Función Pública, el máximo grado de estudios del exfuncionario es la preparatoria.

La misma secretaría es encabezada actualmente por Ariadna Montiel Reyes –ratificada para continuar al frente de la dependencia en el sexenio de Claudia Sheinbaum– quien comenzó la carrera en Arquitectura en la UNAM, pero no ha concluido sus estudios.

Claudia Sheinbaum, en tanto, enfrentará un gobierno donde resultan necesarios perfiles con altas capacidades científicas y técnicas.

Temas como el elevado déficit fiscal, el crecimiento de la deuda pública, la relocalización industrial y el nerviosismo de los mercados por la “aplanadora” del oficialismo, demandan mejores capacidades de gestión, comunicación y conocimiento de la administración pública. 

Estos retos, ¿serán el signo de un retorno de los tecnócratas u otro sexenio donde quedarán paulatinamente relegados? 

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