De nueva cuenta surge en el debate público de México la posibilidad de reducir el número de horas de la jornada laboral, la cual es de 48 horas a la semana. 

Esta situación coloca a México como uno de los países de la OCDE donde más horas se trabaja a nivel mundial. La propuesta de Morena es reducirla a 36 horas en un lapso de tres años.

El problema de los supuestos beneficios económicos es que se pierde de vista cuál será la reacción de las empresas, tanto privadas como públicas. 

Cuando las empresas implementen la nueva legislación -en caso de ser aprobada- y tengan que pagar lo mismo que pagaban por un trabajador que ahora trabaja menos horas, inicialmente los costos se les subirán. 

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Menos horas, pero más altos precios

Con el aumento de costos laborales, algunas empresas pueden reaccionar subiendo precios, lo que podría traducirse en una mayor inflación en el país, reduciendo el poder adquisitivo del trabajador. 

Por su parte, otras empresas que no pueden subir precios ya que la intensa competencia (nacional e internacional) no se los permite se verán forzadas a cerrar o reducir los niveles de producción, lo que incrementaría el desempleo, siendo perjudicial para los trabajadores. 

Por último, podría haber un grupo de empresas donde los trabajadores y empresas busquen distintos medios para realizar el mismo trabajo en menos horas laborales, generando aumentos en la productividad y por ende en beneficios salariales para los trabajadores. 

Esto mismo aplica no solo para empresas del sector privado, también para las del gobierno. Si la administración pública mantiene el número de funcionarios y estos trabajan menos, la calidad de los servicios públicos podría bajar, algo perjudicial para la ciudadanía, particularmente para la fuerza laboral. 

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Mayor burocracia podría elevar impuestos

Si el gobierno decide contratar a más personal para que haga el trabajo que dejarán de hacer los actuales funcionarios, tendrá que buscar formas para financiar el recurso, y una de ellas podría ser subiendo impuestos, lo que reducirá el ingreso disponible de todos, incluyendo la de los trabajadores.

No está claro que la medida genere mayores beneficios que costos. 

Generalmente los países proponen este tipo de iniciativas de reducción de jornadas laborales, en épocas o años en los que experimentan aumentos sostenidos en su crecimiento económico y mejoras continuas de productividad. 

No es el caso de México. Nuestro país fue de los más afectados por la pandemia, enfrenta dificultades para recuperar los niveles de crecimiento previos a COVID-19 y el panorama de mediano plazo son expansiones muy modestas. 

Sin embargo, así como en su momento a lo largo de la historia global la jornada laboral ha pasado de 72 horas semanales, a 54 horas, a las 48 horas actuales, quizá pronto sea el momento de que se produzca una nueva reducción a 36 horas. 

En términos económicos, a medida que los países se vuelven más prósperos, el ocio adquiere un papel más relevante en la vida de las personas.

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 *James Salazar Salinas es subdirector de análisis económico de CI Banco. Las opiniones expresadas en este documento son de exclusiva responsabilidad del autor.