Fernando Chico Pardo: entre los fantasmas de Unifin y las sombras de SOMA
Poco después de que Unifin cayó en default crediticio a mediados de 2022, su entonces dueño, Rodrigo Lebois Mateos, entregó a Fernando Chico Pardo su lujoso yate como pago en especie —valuado entonces en casi 30 millones de euros— para saldar una abultada deuda. Así terminó una relación de negocios y amistad que había comenzado muchos años atrás, particularmente durante el sexenio de Felipe Calderón Hinojosa.
En 2009, Promecap —el fondo de inversión privado a través del cual Chico Pardo presume más de 80 participaciones en diversos sectores— se convirtió en accionista del 20% del capital social de Unifin. Para entonces, Lebois Mateos ya ocupaba un asiento en el consejo de administración del fondo de su amigo, hoy principal accionista de Banamex.
Dicha relación no fue producto de la casualidad. Lebois Mateos dio el salto a las grandes ligas empresariales justo cuando su primo, Gerardo Ruiz Mateos, se convirtió en uno de los hombres más influyentes del gabinete calderonista, primero como jefe de la Oficina de la Presidencia y después como secretario de Economía.
Fue en ese entorno donde Chico Pardo logró frenar a Germán Larrea —quien intentó competir por Banamex— en su intento por desarrollar el aeropuerto de Tulum, proyecto que habría rivalizado con la joya de su emporio: el aeropuerto de Cancún, operado por el Grupo Aeroportuario del Sureste (Asur), del que es accionista mayoritario.
Años después, Chico Pardo pagó el favor. En 2015, consiguió inversionistas que participaron en la oferta pública de Unifin en la Bolsa Mexicana de Valores, un punto de inflexión que catapultó a Lebois Mateos a las listas de millonarios mexicanos. Lo que no imaginó es que su amigo aprovecharía su incursión bursátil para montar un complejo esquema fraudulento que terminó por defraudar a acreedores y accionistas, incluido él mismo.
La ruptura fue total. Hoy, Chico Pardo —como otros empresarios del Club de Golf Chapultepec, que Lebois alguna vez presidió— intenta borrar cualquier vínculo con Unifin y su exdueño.
Fernando Chico Pardo, entre los escándalos de SOMA
Los focos rojos se encienden sobre Fibra SOMA, el fideicomiso inmobiliario controlado por la familia Sordo Madaleno y en el que Fernando Chico Pardo juega un papel clave como inversionista y miembro del comité técnico. Desde su debut en BIVA en 2021, la fibra no ha cruzado una sola operación ni repartido dividendos, pese a que la ley la obliga a hacerlo.
En el mercado se dice que la colocación habría sido una simulación. Los mismos socios habrían movido dinero entre sus cuentas para inflar valoraciones y activar beneficios fiscales, sin una emisión primaria real. En esa estructura, Chico Pardo fue pieza central —en la planeación y en la defensa pública del proyecto—.
El resultado: una fibra que carga con deuda neta cercana a 10 veces su Ebitda, flujos que apenas alcanzan para pagar intereses y valuaciones infladas. Mientras tanto, las Afores que invirtieron —XXI Banorte y Citibanamex— no han visto un solo peso de retorno.
Y el conflicto de interés no pasa desapercibido. Chico Pardo también forma parte del comité de auditoría y es copropietario del hotel Hyatt Regency CDMX, adquirido por SOMA en una operación con partes relacionadas cuyos términos nunca se revelaron. Para inversionistas institucionales como la firma canadiense Cadillac Fairview, esa transacción cruzó la línea roja y explica su inminente salida del vehículo.
Unifin dejó a Chico Pardo una lección costosa. Sin embargo, en SOMA repite el libreto: apalancamiento, promesas de largo plazo y poca transparencia en los números.
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