Por: Cynthia Martínez 

Se ha vuelto común escuchar que la pandemia del Covid-19 marca un antes y después en la historia moderna, un nuevo AC/DC. Todavía es temprano para tener clara la reconfiguración de zonas de influencia, pero ya es previsible que las relaciones cambiarán entre los Estados después de esta pandemia. Se habla del regreso al unilateralismo o del debilitamiento del capitalismo global. En el corto plazo es posible que así sea. Pero en el mundo pospandemia la interdependencia global va más allá de los Estados.

El mundo cerró fronteras en cuestión de días. La Unión Europea se vio obligada a hacerlo, algo impensable incluso en medio de amenazas terroristas y crisis de inmigración previas. Y más recientemente, Estados Unidos manifestó querer cerrar temporalmente la inmigración.

En el espectro de medidas unilaterales que le siguen están las que, con o sin tecnología, por un lado han usado represión autoritaria y por el otro las que confían más en la civilidad democrática para evitar la propagación de la enfermedad.

Lo cierto es que la pandemia está exacerbando el nacionalismo y obligando a los gobiernos a fortalecer su capacidad de lidiar con el aislacionismo económico por un periodo extendido. Es probable que los países se comporten de forma aislada, se enfoquen en la reconstrucción a nivel local en detrimento del global. Y el repliegue hacia lo interno viene a costa de la apertura y prosperidad compartida, de la arquitectura de gobernanza económica que tanto tomó construir después de Bretton Woods.

Para el nuevo orden mundial pospandemia, como si de un tablero de ajedrez se tratara, hay proyecciones que extienden el papel protagónico de los Estados y redistribuyen el poder por zonas de influencia. Está la que supone que la ‘orquestación de una guerra biológica’ invertirá las zonas de influencia de Occidente a Oriente, o que China tomará ventaja del vacío de liderazgo global para fortalecer su diplomacia económica y, de paso, establecer una ruta de la Seda en materia de salud.

Otras más enfocadas al comercio prevén un acercamiento de las cadenas de distribución regionales y una reducción a las importaciones extrarregionales, sobre todo en los sectores más sensibles, como el agrícola.

Independientemente de los argumentos, hay tres aspectos más a considerar en este tipo de proyecciones donde la globalización no parece tener vuelta atrás.

Primero, la interdependencia no es un tema exclusivo a los Estados, sino que también se extiende entre personas en un mundo cada vez más digital. Y el mundo digital no tiene fronteras, al menos no geográficas, con excepción de algunos Estados que sí tienen el control de la información a la que sus ciudadanos pueden acceder. Lo que ha hecho el confinamiento es acelerar esa tendencia hacia la digitalización e hiperconectividad. Tan solo en España, el tráfico en internet aumentó en un 80% en la primera semana de alarma, principalmente debido a la expansión de todas las formas de teletrabajo y de educación a distancia, una tendencia que creció para quedarse.

Para la científica social Belén Barreiro, fundadora y CEO de 40dB, esa aceleración después de la crisis no se irá, sino que generará un salto cualitativo en la alfabetización digital de muchos y sus preferencias respecto a las formas de trabajar, consumir y pasar el tiempo.

Segundo, cambiar las cadenas de valor involucra tiempo y capacidad, ambos recursos escasos, mucho más en el contexto actual. Pues aun cuando se intente acercar las cadenas de distribución al terreno doméstico o dentro de las zonas de libre comercio para aumentar la resiliencia ante eventuales crisis parecidas -o como parte de un bloqueo comercial intencionado- esto es algo que tomaría tiempo, aumentaría los precios y disminuiría el consumo.

En realidad lograrlo depende más de las capacidades de producción local y regional que de la voluntad política del momento. Actualmente, el 20% del comercio global de productos intermedios manufacturados proviene de China. Guste o no, la manufactura china es esencial para muchas cadenas de valor, en especial las relacionadas con el sector automotriz, tecnológico, de maquinaria y de comunicaciones.

Por último, el cambio climático levanta una nueva alerta a la actuación conjunta, tanto entre Estados como entre personas, especialmente durante y después del Covid-19. Para Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas, el cambio climático es un problema más severo que el virus.

Una de cada ocho muertes en el mundo es causada por la contaminación del aire, pues ésta aumenta el riesgo de enfermedades respiratorias, algo que ha tenido un impacto directo entre quienes han sido contagiados por el coronavirus.

De hecho, el 70 por ciento de las enfermedades infecciosas en el mundo provienen del medio ambiente, muchas derivadas del contacto entre personas y animales. Así que, prepararse mejor para una próxima pandemia, o para los rebrotes del mismo virus en el futuro próximo, involucrará necesariamente cuidar mejor a nuestro planeta. Esto será un urgente incentivo de negociación para reanudar la pospuesta COP26, en pro de un mayor compromiso global jurídicamente vinculante.

Al final del día, el paso al ‘nuevo normal’ requerirá de nuevas formas de colaboración entre países que reconozcan la necesidad de proteger mejor a los ciudadanos de forma conjunta, que reconozcan los límites -y ganancias- de la interdependencia comercial y digital, pero que también fomenten la solidaridad entre personas y su creatividad para generar nuevos modelos de negocio y de oportunidad.

*Cynthia Martínez es miembro del Servicio Exterior Mexicano desde 2006. Ha sido consultora en comunicaciones del Sector Social del Banco Interamericano de Desarrollo, de la Unidad de Evaluación de Impacto del Banco Mundial, y de la organización por el emprendimiento de las mujeres, Prospera. Cuenta con una maestría en Asuntos Globales por The Fletcher School of Law and Diplomacy, y con la licenciatura en Relaciones Internacionales por el Instituto Tecnológico Autónomo de México.

Este texto es un blog de opinión. Su contenido es responsabilidad del autor y no representa necesariamente la postura de EL CEO.