Perfumes y cinturones, pero también vajillas, despertadores, muebles y autos: a lo largo de las décadas, Pierre Cardin multiplicó excesivamente los acuerdos de licencia, al punto de diluir la marca que llevaba su nombre.

“Es muy difícil tener un nombre en la moda. Por eso, cuando tenemos uno, hay que aprovecharlo”, aseguraba en mayo de 2019 el célebre costurero en una entrevista con la AFP.

El diseñador de moda francés Pierre Cardin, quien se hizo famoso por llevar la ropa de diseño a las masas y por ser el primero en explotar las licencias, dando el derecho a fabricantes o distribuidores de colocar su nombre como marca en gran cantidad de productos a cambio de regalías, murió este martes a los 98 años.

En una carrera de más de 60 años, Cardin generaba admiración y rechazo de otros diseñadores de moda por su atrevido olfato para los negocios e influyó en los desfiles con sus vestidos espaciales y futuristas, con cortes geométricos y patrones.

Cardin fue el primer diseñador en vender colecciones de ropa en tiendas departamentales a fines de la década de 1950 y el primero en licenciar su marca para perfumes, accesorios e incluso alimentos, ahora un importante impulsor de ganancias para muchas casas de moda.

“Para mí, es igual si hago mangas para vestidos o patas para mesas”, decía una reveladora cita en su página web.

Había afirmado varias veces que su marca valía “1,000 millones de euros (1,225 millones de dólares)”. “Está la línea (costura), pero también 800 productos y si uno pide mínimo un millón por cada producto, eso da ya 800 millones de euros (980 millones de dólares)”, explicó en 2011.

Es difícil imaginar décadas después que los chocolates Armani, los hoteles Bulgari y los lentes Gucci estén basados en el entendimiento de Cardin de que el glamour de una marca de moda tiene un potencial infinito de mercadotecnia.

A lo largo de los años, su nombre ha estado en afeitadoras, artículos para el hogar y accesorios vulgares, como boxers baratos.

Una vez dijo que no le importaba que sus iniciales, PC, estuvieran en rollos de papel higiénico, y también fue la inspiración para botellas de perfume fálicas.

Sus detractores lo acusaron de destruir el valor de su marca y la noción del lujo en general. Pero a él parecía no afectarle las críticas.

“Tuve olfato para comercializar mi nombre”, dijo Cardin al diario alemán Sueddeutsche Zeitung en 2007. “¿El dinero arruina nuestras ideas? No sueño con el dinero para nada, pero mientras estoy soñando, estoy haciendo dinero. Nunca se ha tratado de dinero”, agregó.

El modisto y hombre de negocios comenzó por las corbatas y construyó con el paso de los años un imperio que expandió su nombre hacia el infinito: camisas, sábanas, agua mineral, kits de costura, sitios culturales, diseños, llegando inclusive hasta los productos del restaurante Maxim’s, del cual era propietario.

“Me extendí por todos los dominios y mi nombre inundó el mundo entero gracias a mis licencias que aseguran una verdadera solidez a la empresa”, indicó.

En mayo de 2019, reunió 350 “licenciatarios” en su célebre Palacio de Bulles, cerca de Cannes, una residencia futurista y curvilínea, y les presentó en un desfile una nueva colección de 150 modelos.

“China, Argentina, Brasil, México, Australia y Corea: los licenciatarios venían del mundo entero porque estamos por todas partes. Puede parecer raro, pero yo los conozco a todos”, dijo unos días antes.

Precursor de la globalización, Cardin apostó muy temprano por Asia para desarrollar sus licencias: puso un pie en China en 1978, convirtiéndose en uno de los primeros inversionistas extranjeros en establecerse en este mercado y también en el primer modisto occidental en desfilar en Pekín en 1979.

En 2009, la marca había vendido una parte de su imperio a China (treinta licencias textiles y de accesorios) a socios locales por 200 millones de euros (245 millones de dólares).

Su modelo de licencias llevado hasta el extremo se convirtió en un caso de estudio en las escuelas de Marketing, bajo el neologismo de “cardinización”.

En 2018, la fortuna de Pierre Cardin estaba valuada en 600 millones de euros (735 millones de dólares), de acuerdo con el ranking anual de la revista Forbes.

“Siempre fui independiente, siempre fui el dueño de mi marca. Era libre. Los otros eran Arnault, Pinault. Yo soy un ‘self made’ desde el principio”, destacó en 2019.

Décadas marcando la industria de la moda

Cardin nació en Venecia el 2 de julio de 1922, hijo de padres franceses de ascendencia italiana, y fue educado en la no tan glamorosa ciudad francesa de Saint Etienne.

Comenzó a trabajar como sastre a los 17 años en la cercana Vichy y en algún momento soñó con ser actor, haciendo algunos trabajos en el escenario, de modelaje y baile profesional.

Cuando llegó a París en 1945, hizo máscaras teatrales y el vestuario de la película de Jean Cocteau, “Beauty and the Beast”.

Un año más tarde, se sumó a la entonces desconocida Christian Dior, donde se formó y que abandonó en 1950 para fundar su propia firma, y presentó en 1953 su primera colección. “En Dior aprendí la elegancia, evidentemente”, afirmó.

Su primer emprendimiento comercial importante, en asociación con la tienda departamental Printemps a fines de la década de 1950, hizo que lo expulsaran del refinado sindicato de diseñadores de moda franceses, la Chambre Syndicale de la Couture.

Su imperio incluye perfumes, alimentos, diseño industrial, propiedades, entretenimiento e incluso flores frescas.

Fiel a su gusto de los diseños futuristas, Cardin también era propietario del Palais des Bulles, o Bubble Palace, además de un chateau en el pueblo de Lacoste que perteneció alguna vez al Marqués de Sade.

Cardin dijo que privilegiaba la originalidad por encima de todo lo demás.

“Siempre traté de ser diferente, de ser yo mismo”, dijo Cardin a Reuters. “Si a la gente le gusta o no, no es lo que importa”, concluyó.

Cardin, quien fue mentor de diseñadores como Jean Paul Gaultier, estuvo activo en los círculos de la moda hasta el final, como guía de jóvenes talentos, asistiendo a fiestas y eventos y visitando su oficina de París en un Jaguar.

“Gracias señor Cardin por abrirme las puertas de la moda y por hacer posible mi sueño”, dijo Gaultier en Twitter.

“Pierre Cardin era un hombre sin dudas extraordinario. Para él, la creación no tenía compartimentos, ni fronteras entre la moda, el diseño o la arquitectura. Un soplo que impulsó mi imaginario”, subrayó a la AFP el modisto Jean-Charles de Castelbajac, director artístico de la marca Benetton.

Con información de AFP y Reuters