Mujeres ucranianas, que habían huido de las bombas, al cabo de varios días de peregrinación han dado media vuelta para volver a su país, pese a los estragos que causa la invasión de Rusia.

La estación de Leópolis (Lviv), en el oeste de Ucrania, está repleta de pasajeros que se van y se disputan los asientos en los trenes que abandonan el país devastado por el conflicto.

Pero en una desolada plataforma, lejos de la sala principal, hay grupos de personas que hacen el viaje en sentido inverso.

Mientras seca las lágrimas de su nieto, Svitlana Natalukha, de 60 años, cuenta que su familia viajó durante cinco días: de su casa en Járkov, ciudad del este bombardeada incesantemente desde el inicio de la guerra, hasta Leópolis en Ucrania occidental, y luego a Polonia, antes de dar media vuelta.

Svitlana, su hija de 28 años, Galyna Kanuka, y sus dos nietos fueron bien recibidos en Polonia. Pero, paralizados ante la perspectiva de rehacer sus vidas desde cero, han preferido volver al país.

“Los voluntarios nos ayudaron mucho, pero solamente en el lugar donde estaba. Nos decían que continuáramos hacia otras ciudades para encontrar otros voluntarios allá”, dice  Galyna Kanuka.

Además, la barrera lingüística, que complicaba el cuidado de la enfermedad de uno de los niños, también influyó en la necesidad de regresar.

La patria los espera

Más de tres millones de personas han huido de Ucrania desde el inicio de la invasión rusa hace tres semanas, según la ONU.

No hay cifras oficiales sobre los que vuelven. Pero la AFP fue testigo esta semana de tres trenes transportando a entre 100 y 250 pasajeros de la ciudad polaca de Przemysl con destino a Leópolis.

Entre ellos, algunos voluntarios extranjeros respondiendo al llamado de Ucrania para un apoyo militar, o encargados de llevar ayuda humanitaria. Pero los demás son a menudo mujeres y niños con pasaportes ucranianos.

En la estación de Leópolis, una pancarta manuscrita invita a quienes se van, a regresar: “Regresen a sus hogares, la patria los espera”.

Olexandre, agente a bordo de uno de los trenes, que rehúsa dar su apellido, cuenta que a veces hay hasta 300 pasajeros en esos trenes de retorno.

“Al principio, no era el caso, pero últimamente varias mujeres con niños han empezado a regresar”, asegura Olexandre.

Sirenas y sacos de arena 

Aunque varios países –especialmente de la UE– han tomado disposiciones para acoger a los refugiados ucranianos, es difícil borrar los temores de los desplazados ante el inmenso desafío de reconstruir sus vidas en otra parte.

En Przemysl, en Polonia, los candidatos al retorno dejan tras de sí una estación repleta de voluntarios que ofrecen comida, un techo y la posibilidad de proseguir viaje.

Foto: AFP

Los trenes de regreso a Leópolis no son anunciados en el tablero de salidas, y los viajeros negocian su viaje a contracorriente del flujo de refugiados, en una puerta con la inscripción “prohibida la entrada” en el control de pasaportes.

Además, los trenes, con no muchos pasajeros, comienzan un viaje de 90 kilómetros, para acercarse a una frontera donde priman los atascos, y sobrevolada por helicópteros en su lado polaco.

En fin, en Leópolis, pese a estar lejos de las líneas del frente, las ventanas están cubiertas de sacos de arena,  y resuenan toda la noche las sirenas anunciando bombardeos aéreos.

Una base militar cercana a Leópolis y a la frontera polaca  fue alcanzada por bombardeos rusos, matando a 35 personas.

Para la familia de Svitlana Natalukha, la mayor ciudad de Ucrania occidental debe, pese a todo, convertirse en un refugio.

“Queríamos que los niños estuvieran en seguridad en Polonia, pero no lo conseguimos. Esperamos que puedan estar seguros en Leópolis”, asegura Svitlana Natalukha.

Con información de AFP.