De un día para otro, Parvin, que trabajaba arduamente para fabricar ropa para las grandes marcas occidentales, se encontró entre los centenares de miles de obreros del textil de Bangladés que han perdido el empleo por el coronavirus.
Obligadas a cerrar sus tiendas en el mundo entero para respetar las medidas de confinamiento, las grandes marcas de ropa ready to wear, como H&M e Inditex -matriz de Zara- anularon pedidos que ascienden a miles de millones de dólares en Bangladés, uno de los centros mundiales de producción de ropa.
Con el cierre en cascada de fábricas, muchos obreros bangladesíes se encuentran en la calle y los empleadores temen una quiebra.
“La situación es apocalíptica”, explica Asif Ibrahim, propietario de una fábrica y director de la Asociación de Fabricantes y Exportadores de Ropa en Bangladés (BGMEA, por sus siglas en inglés).
La industria del textil es vital para la economía de este país del sureste asiático y constituye uno de los principales motores del boom económico experimentado en las dos últimas décadas. La ropa representa el 80% de las exportaciones nacionales y el sector emplea a más de cuatro millones de personas, sobre todo mujeres de las zonas rurales más deprimidas.
Costurera de 28 años, Parvin ha esperado junto con miles de colegas en una larga fila, respetando la distancia de un metro, para recibir el salario de marzo en la fábrica Al Muslim, una de las más grandes del país y que produce para algunas de las marcas más prestigiosas del ready to wear.
La manufactura ha cerrado sus puertas hasta nuevo aviso.
“No sabemos cuándo volverá a abrir”, dice Parvin, que no tiene ninguna otra fuente de ingresos y describe su situación financiera como “catastrófica”. “Muchas fábricas han cerrado. Mi esposo está desempleado”.
En los últimos tiempos, miles de operarios -muchos de los cuales ganan apenas 100 dólares mensuales- se han manifestado en varios puntos del país, que cuenta con 160 millones de habitantes, para exigir el pago de los salarios que se les adeuda.
“Muchos de nosotros no tenemos comida en casa en este momento. Ni siquiera podemos salir a pedir a las calles ya que los más pobres se reirían de nosotros dado que tenemos trabajo”, dice Didarul Islam, que trabaja con máquinas de coser.
“¿Qué tenemos que hacer? ¿Morir de hambre?”, dice este operario de 38 años y con dos hijos.
Máquinas paradas
La BGMEA y sus homólogos chino, vietnamita, paquistaní, camboyano y birmano han pedido a las marcas de ready to wear que no anulen los pedidos.
“Es hora de que las empresas mundiales mantengan y honren sus compromisos con los derechos laborales, la responsabilidad social y las cadenas de suministro sostenibles”, declaran estas organizaciones en un comunicado conjunto.
Algunas grandes empresas como H&M e Inditex han prometido que mantendrán los pedidos ya realizados. Otras han pedido reducciones, según BGMEA.
Pero para el futuro no se ha hecho ninguna promesa.
La situación ya es terrible en Ashulia, centro industrial de la periferia de Daca, la capital. Cerca de 600 fábricas están implantadas en esta ciudad donde los operarios viven en tugurios de hormigón cerca de su lugar de trabajo.
Propietario de una fábrica que emplea a 250 personas, Rubel Ahmed asegura que ha perdido 50% de su actividad.
Ahmed, que fuma sin parar ante las máquinas paradas de su fábrica, califica esta pandemia de “cien veces peor” que el drama del Rana Plaza en 2013, el derrumbe de un edificio-taller de confección que dejó 1,130 muertos y desnudó las condiciones de trabajo a menudo lamentables de los operarios del sector del textil del país.
“Los que tienen pequeñas fábricas como yo van a ser pulverizados”, pronostica.
Los grupos de defensa de los trabajadores del textil exigen a los actores del sector responsabilidad social.
“Cuando termine la crisis, la gente recordará las marcas que respondieron al llamado para proteger a los trabajadores y empleados, y las que no”, dice Dominique Muller de Labour Behind the Label, una ONG británica que defiende los derechos de los trabajadores del textil.