Hace un par de años, los economistas Lawrence Katz, de la Universidad de Harvard, y Alan Krueger, de la Universidad de Princeton, estimaron que los trabajos alternativos surgidos por empresas como Uber o Postmates crecieron cinco puntos porcentuales entre 2005 y 2015, es decir, eran responsables por casi todos las plazas laborales creadas en ese periodo.
Pero parece que fueron demasiado optimistas sobre el impacto que tendría el avance de la ‘gig economy’ -un mercado laboral conformado por empleos temporales, por evento y freelancers-, pues en una revisión de su estudio original publicada este mes ahora calculan que este tipo de trabajos sólo crecieron uno o dos puntos porcentuales en la década terminada en 2015.
Según datos del gobierno estadounidense, sólo 3.8% de los trabajadores tenían un empleo considerado como ‘contingente’ en 2017, la misma proporción que en 2005.
En lugar de optar por trabajos en Lyft y TaskRabbit como sustituto de un empleo de tiempo completo, este tipo de posiciones son solo una actividad temporal, mientras se encuentra algo mejor, o una forma de suplementar los ingresos.
La mayoría de los conductores de Uber tenían empleo de tiempo completo o parcial antes de unirse a su flotilla y mantuvieron esas ocupaciones después de que comenzaron como choferes, aseguró el director interno de investigación económica de la compañía, Jonathan Hall.
Todo esto muestra que, pese a que las empresas que usan este tipo de contrataciones acaparan los titulares, en realidad no están cambiando la forma en la que los estadounidenses se ganan la vida, subraya The Atlantic.
Parte de la explicación, según la publicación, consiste en que la ‘gig economy’ tiene una mayor presencia en ambas costas de EU, el mismo lugar donde se concentran los inversionistas y los medios de comunicación, lo que sesgó la representación del tamaño e impacto de este tipo de trabajos.
Además, el modelo de negocios basado en contratistas independientes saltó al frente del escenario mientras la economía vivía los efectos de la crisis financiera, lo que alimentó los temores de que este tipo de trabajo era el futuro: sin sindicatos, sin prestaciones, sin seguridad laboral, con salarios bajos y, eso sí, mucho trabajo.