México tiene un problema que no le gusta que le señalen: es racista.
Históricamente las comunidades indígenas han sido relegadas de derechos como la salud, educación, justicia y en ámbitos como el mercado laboral.
A mediados de noviembre, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, reiteró en La Yesca, Nayarit, que el programa de Pensión a Adultos Mayores, se entrega a la población indígena a partir de los 65 años y para los no indígenas a los 68 años.
Lo anterior generó una ola de críticas principalmente en redes sociales en donde llamaron al mandatario “racista”.
Para Patricio Solís, profesor-investigador del Centro de Estudios Sociológicos de El Colegio de México (Colmex), esta política no es otra cosa sino una política compensatoria que ante un entorno de escasez de recursos, lo que plantea es que las personas que están en condiciones de mayor desventaja social por la herencia histórica de maltrato y de despojo merecen un trato preferencial.
Cifras de 2018 indican que 69.5% de la población indígena vive en pobreza y 27.9% en pobreza extrema, según el Coneval.
Hablar una lengua indígena, identificarse en una comunidad indígena, negra o mulata, o tener el color de piel más oscuro resultan en probabilidades menores de avanzar en el sistema educativo, progresar en el ámbito laboral o pasar a la parte más alta de la distribución de la riqueza, dice el estudio ‘Por mi raza hablará la desigualdad’ de la Oxfam, y en el que Solís es un de los autores.
En el país, 25 millones de personas se reconocen como indígenas, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Lenguas Indígenas. Los estereotipos que asocian a las comunidades indígenas con la pobreza o con falta de disposición y capacidad para trabajar han reforzado esta exclusión, tanto en lo público como en lo privado, de acuerdo con el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred)
La discriminación hacia pueblos indígenas es un tema que tiene una larga historia, tenemos siglos de dominación, de despojo o de maltrato que se reflejan en las condiciones de pobreza, de marginación en el que viven las personas pertenecientes a pueblos indígenas o quienes tienen rasgos físicos que son racializados y que se les asocia a la pertenencia indígena
Patricio Solís.
La discriminación
En el sistema educativo, los resultados del estudio de Oxfam arrojan que, entre las personas hablantes de lenguas indígenas, 43.2% no completaron la escuela primaria y solo 6.2% de los hablantes alcanzaron estudios superiores.
El único grupo que muestra una ventaja es el de las personas mestizas y blancas, con solo 10.7 % de las personas sin primaria terminada.
Además, ser mujer es otra desventaja, la probabilidad de ingresar a los estudios superiores es 23% menor para los hombres y 50% menor para las mujeres de tonos de piel oscuros, con respecto a sus contrapartes de tonos claros.
Las consecuencias
En el ámbito laboral 25.7% de las personas mestizas y blancas alcanzaron ocupaciones como empleadoras o en la clase de servicios, frente a 10.4% de las personas indígenas y 13.4% de las personas negras y mulatas.
Si bien no existe una medición de los costos económicos que el racismo genera, Solís indica que las políticas discriminatorias en el ámbito laboral generan insuficiencias económicas.
Desde la teoría uno podría argumentar que cualquier tipo de asignación de posiciones asociado a características que son particularistas como el tono de piel o su pertenencia indígena es insuficiente en términos económicos y productivos, porque lo que está haciendo es poner en segundo plano las capacidades y las habilidades de las personas y partir de un principio de discriminación
Patricio Solís.
Uno de los resultados que encontró el estudio de Oxfam, dice Solís, es que cuando se les pregunta a las personas sobre sus experiencias de discriminación, el ámbito más reportado es el trabajo, ya que 45% de esas experiencias que les reportaron tiene que ver con acceso al trabajo, 12% están relacionadas con movilidad interna, como la posibilidad de tener un ascenso, un mejor sueldo, o una recompensa justa, que ha sido bloqueada por el tono de piel o por pertenecer a pueblos indigenas, de acuerdo a su percepción.
Las soluciones
El 20.2% de la población de 18 años y más declaró haber sido discriminada en el último año por alguna característica o condición personal, tono de piel, manera de hablar, peso o estatura, forma de vestir o arreglo personal, clase social, lugar donde vive, creencias religiosas, sexo, edad y orientación sexual, de acuerdo con la última Encuesta sobre Discriminación.
Los principales ámbitos donde las personas indígenas y las que tienen alguna discapacidad percibieron haber sido discriminadas en son los servicios médicos, la calle o transporte público, y en la familia.
Entre las posibles soluciones, además de las políticas públicas, Patricio Solís, destaca por un lado el papel de las empresas, que tienen que dejar de lado sus prácticas discriminatorios, otra recae en las campañas de publicidad y contenidos de medios de comunicación, los cuales deberían producir contenidos más incluyentes y reflejar el verdadero perfil étnico y físico de los mexicanos y no solo reproducir modelos de belleza con personas de piel clara y con rasgos europeos.
Adicionalmente, el gobierno cuenta con instrumentos como el Conapred, la CNDH y comisiones estatales que deberían tener mayores atribuciones y recursos para revertir las prácticas discriminatoria hacia las personas pertenecientes a pueblos indígenas, afro-mexicanos y también para personas con piel morena que perciben discriminación.
“Deberían tener mayores recursos y atribuciones jurídicas para prevenir las practicas discriminatorias en los ámbitos que tienen mayores efectos en la desigualdad social como el acceso a salud, al trabajo, la escuela. Tendríamos que construir un catálogo de practicas discriminatorias, identificar quiénes son o los agentes que intervienen para reproducir estas practicas”, dice Solís.
Mientras que socialmente, también se debe visibilizar y señalar las prácticas discriminatorias o racistas que ocurren en todas las relaciones del día.