Mientras autoridades de todo el mundo se esfuerzan por evitar que una desaceleración económica se transforme en una recesión global, los países más grandes de América Latina pueden encontrarse con que las armas a su disposición para impulsar el crecimiento son preocupantemente escasas.
En Brasil y México, las economías más grandes de la región, una situación fiscal precaria es una camisa de fuerza para los gobiernos. Además, los bancos centrales son cautos a la hora de recortar demasiado las tasas de interés porque temen una caída en picada de sus monedas, lo que aleja la inversión extranjera y aviva la inflación.
La incertidumbre política que acaba de hundir a Argentina, la tercera economía más grande de la región, en otra crisis financiera, hace también más complicada una relajación monetaria o fiscal.
Incluso antes del desplome de Argentina, las perspectivas de crecimiento para la región estaban mermando. El mes pasado, el Fondo Monetario Internacional (FMI) recortó su pronóstico de crecimiento económico para América Latina este año en más de la mitad, a un 0.6% desde 1.4% en abril.
Si bien la debilidad de las economías de la región justifica una respuesta audaz, lo más probable es que no se haga nada significativo, dejando a América Latina a merced de la coyuntura y de la confianza internacional.
“La región está enfrentando importantes vientos desfavorables y, desafortunadamente, no hay mucho que se pueda hacer al respecto en el corto plazo”, dijo Alberto Ramos, jefe de investigación latinoamericana de Goldman Sachs en Nueva York.
“La consolidación fiscal es un imperativo en toda la región (…) y es posible que solo haya un margen limitado para recortes de tasas porque se necesita mantener un diferencial de tasas suficientemente positivo para atraer capital extranjero”, dijo Ramos.
Los bancos centrales han comenzado a reducir las tasas y se espera que las bajen aún más. En Brasil, los mercados están incorporando a precios otros 100 puntos básicos de recorte durante el próximo año, pero las tasas ya están en un mínimo histórico de 6.00%.
La decisión del banco central de México de reducir las tasas a 8.00% la semana pasada fue una sorpresa para algunos, pero tras haber aumentado las tasas 500 puntos básicos en tres años, tiene margen para bajarlas, con una inflación por debajo del 4.0% y el peso relativamente estable.
La tasa oficial del 2.5% en Chile, generalmente considerada la más estable y menos riesgosa de las economías más grandes de América Latina, ya es baja.
El peligro es que una relajación mayor baje la prima de las tasas sobre los tipos en Estados Unidos, que es un factor clave de las entradas de capital extranjero a acciones y bonos locales. En Brasil, esa diferencia ya es la menor de la que se tenga registro, y en Chile y Colombia es la más baja en una década.
Los inversionistas solo comprarán bonos de mercados emergentes en lugar de bonos del Tesoro de Estados Unidos si reciben una compensación suficiente por asumir un riesgo mayor. El diferencial entre los rendimientos de los bonos chilenos y estadounidenses a 10 años, por ejemplo, cayó por debajo de los 100 puntos básicos el mes pasado.
Los extranjeros desconfían también de las acciones emergentes también. Los inversionistas han sacado 20,300 millones de reales (5,000 millones de dólares) de acciones brasileñas en lo que va del año, el mayor retiro desde 1996.
México y Pemex
La economía apenas evitó caer en recesión en el segundo trimestre y el gobierno anunció recientemente un paquete de estímulo de 25,500 millones de dólares que, según el Secretario de Hacienda, Arturo Herrera, no tendría impacto en el objetivo de lograr un superávit presupuestario primario del 1% del PIB.
No está claro si tendrá un impacto material en el crecimiento económico este año, según la agencia de calificación Moody’s. Y con la deuda del gobierno en 46% del PIB, cerca del máximo histórico de 48.2% de 2016, un nuevo aumento del gasto es improbable, dicen los analistas.
Pemex, una de las mayores contribuyentes al presupuesto del país, corre el riesgo de perder su calificación de grado de inversión por su gran carga de deuda.
Una baja a la categoría de “basura” podría paralizar la agenda energética del presidente Andrés Manuel López Obrador, junto con sus planes de usar nuevos ingresos petroleros para ayudar a financiar los programas de bienestar social. También podría poner en peligro la solvencia soberana de México.
Brasil y Bolsonaro
Se puede argumentar que los bancos centrales están preparados para ayudar tanto como sea razonablemente posible, pero no se puede decir lo mismo de los gobiernos, y Brasil es un ejemplo.
Bajo la dirección del ministro de Economía, Paulo Guedes, un economista ortodoxo con estudios en la Universidad de Chicago, Brasilia no podría haber dejado más claro su compromiso con reducir la deuda pública y el déficit fiscal.
Una revisión radical del sistema de seguridad social le ahorrará al Tesoro casi 1 billón de reales en la próxima década y el Ministerio de Economía ya ha anunciado congelaciones del gasto público por unos 34,000 millones de reales este año.
La deuda pública bruta es actualmente 78.7% del producto interno bruto (PIB), cerca de un máximo histórico de este año. La inversión pública es casi la más baja de la que se tenga registro y el gasto no obligatorio caerá a un mínimo de 95,000 millones de reales a fines de este año, según el Tesoro.